Su estrategia consistió en hablar primero de sus realizaciones y cacarear los “huevitos” que le había endosado a su continuador. Pronto término, gracias a su temperamento de capataz, criticando a su antiguo discípulo y los “tweets” principiaron a destilar la nostalgia de poder y el veneno de una envidia no disimulada.
Cuando comenzaron a caer en desgracia sus antiguos colaboradores, debió concentrarse en afinar frases que los enaltecieran como héroes de la patria.
Sin embargo sus lacerantes comentarios no pudieron rescatarlos de las garras de la justicia y los vio huir del país o habitar en las cárceles nacionales.
Sus frases lacrimógenas tampoco impidieron que sus entrañables amigos lograran ser exonerados de sus delitos. Pero él, experto camaleón siempre salió inmune de acusaciones y comprometimientos, se dedicó a lanzar dardos contra su otrora mano derecha.
Rompió abiertamente con su cómplice de osadías y enfiló sus críticas con tanta obsesión que algunos de sus antiguos correligionarios terminaron por retirarle la gran admiración que les había suscitado en el pasado.
En las últimas semanas el “twitero mayor” se ha visto confrontado de nuevo y ha tenido que acudir a su cinismo y, como cualquier Pedro, ha negado más de tres veces a su sobrina Ana María Cifuentes, pedida en extradición por las autoridades norteamericanas, junto con su madre Dolly de Jesús Cifuentes, acusadas de narcotráfico.
Sin ningún recato ha escrito que su hermano no ha tenido esa aventurilla extramatrimonial, mientras las investigaciones periodísticas afirman lo contrario. El twitero sabe que negar es la única salida que le queda a los culpables.
El último enredo que le han destapado es el de su Jefe de Seguridad cuando era gobernador y después presidente, Mauricio Santoyo. De este personaje, con cargos de paramilitarismo y narcotráfico en los estados Unidos, el “twitero escurridizo”, se ha limitado a decir que en ningún momento pidió que lo nombraran su Jefe de seguridad y con ello pretende esconder esas oscuras relaciones que se tejieron durante su gobierno.
Nadie sabe hasta dónde llegarán las andanzas de este personaje, pero lo que sí espera gran parte de Colombia es que algún día se dedique tranquilamente a deshojar margaritas en el jardín de una penitenciaría, como terapia para que no olvide el ejercicio de sus inquietos dedos.
Comentarios