Los anuncios de una negociación entre el Estado colombiano y la FARC han despertado un optimismo en amplios sectores de la opinión pública. Las razones de este optimismo son diversas y van desde la metodología planteada, hasta la discreción con que se avanzó en la primera fase, pasando por la temática que se plantea.
Considero que el punto más interesante de las negociaciones tiene que ver con el “Desarrollo rural” o entrega de tierras. El problema más álgido que tiene nuestro país es el de la inequidad en la propiedad de la tierra. Informes recientes del PNUD (Sept. 2011) establecen que el 52 por ciento de las áreas productivas está en manos de 1.15 por ciento del total de la población, cifras que muestran la magnitud de la desigualdad y que es la generadora de todo tipo de conflictos sociales. Estas cifras se confirman con el modelo de Gidi , el cual mide el índice de desigualdad que para Colombia es del 0.85 por ciento en una escala de 0 a 1, hecho que lo ubica como uno de los países más desiguales del mundo.
Además de la tenencia de la tierra, el problema se vuelve mucho más complejo cuando se estudian variables como la subutilización que se da de las áreas agrícolas que solo llega a las ¾ partes, mientras la ganadería extensiva ocupa más del 100 por ciento, situación que obedece a políticas erradas del pasado y que hasta el propio gobierno considera que se debe hacer una “reforma rural transformadora”, que mejore el uso del suelo y se reasignen aquellas tierras explotadas inadecuadamente.
Otro aspecto que tiene un peso muy grande en esta problemática es el conflicto que se desarrolla principalmente en los escenarios rurales. Si las negociaciones se adelantan con seriedad y pensando en la construcción de una paz duradera, de seguro se pueden dar avances significativos que conduzcan a una verdadera Reforma Agraria, cuya implementación no ha sido posible por los múltiples intereses que están en juego y cuyas voces ya han aparecido desde distintas direcciones, camuflados en discursos impregnados de una retórica que busca confundir para evitar que desaparezcan las prebendas y ventajas que han manipulado siempre a su favor.
Si se logran avances en el punto del “Desarrollo rural”, agregado a la Ley de Victimas que se adelanta actualmente, podemos esperar un futuro distinto para el país, pero antes hay que desenmascarar a los enemigos del proceso que rabiosamente tratan de confundir a la opinión pública con sus falsas elucubraciones dirigidas exclusivamente a torpedear un intento que puede ser válido si se tiene una mínima confianza en quienes dialogan sobre el futuro del país. De ahí que por ahora solo experimentemos un optimismo moderado.
Los anuncios de una negociación entre el Estado colombiano y la FARC han despertado un optimismo en amplios sectores de la opinión pública. Las razones de este optimismo son diversas y van desde la metodología planteada, hasta la discreción con que se avanzó en la primera fase, pasando por la temática que se plantea.
Credito
LIBARDO VARGAS CELEMIN
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