El tema de la unidad nacional, como elemento cultural y de identidad, además de los aspectos fácticos, emerge periódicamente en nuestro devenir como sociedad y en ocasiones parece convertirse en factor de controversia y de afectación. Pero las preguntas que se pueden derivar de allí son, ¿existen realmente elementos de identidad nacional? ¿Tienen importancia para nuestra vida cotidiana y el desarrollo como sociedad?
La ‘recuperación’ de Afganistán por parte del movimiento Talibán de la manera tan rápida en que se dio, incluyendo el abandono del país por parte del Presidente nominal y la virtual autodisolución del Ejército, ha llevado a muchos analistas y medios de comunicación a hablar de la debacle norteamericana en ese país e incluso a compararla con lo sucedido en Vietnam. Pero más allá de estos hechos noticiosos, son necesarios los ejercicios de análisis. Es claro que se trató de una intervención militar donde los objetivos no fueron claros desde el inicio o se distorsionaron. Era evidente que la invasión de USA a finales de 2001, con el apoyo de la OTAN, buscaba derribar el régimen talibán y castigar -capturar o dar de baja- a los jefes de Al Qaeda, acusados de ser los responsables de los actos terroristas de Washington y New York el 11 de septiembre de 2001 y acabar de esta manera con ese nicho de apoyo al grupo terrorista Al Qaeda. Ese primer objetivo se cumplió, tanto con el derrocamiento del régimen talibán como con dar de baja o capturar a miembros de Al Qaeda; simbólicamente concluye el 1 de mayo de 2011, en el gobierno de Barack Obama, con la muerte en una zona paquistani cercana a la frontera de Afganistán, por un comando de elite norteamericano, de Osama bin Laden.
La ‘recuperación’ de Afganistán por parte del movimiento Talibán de la manera tan rápida en que se dio, incluyendo el abandono del país por parte del Presidente nominal y la virtual autodisolución del Ejército, ha llevado a muchos analistas y medios de comunicación a hablar de la debacle norteamericana en ese país e incluso a compararla con lo sucedido en Vietnam. Pero más allá de estos hechos noticiosos, son necesarios los ejercicios de análisis.
Hace ya varias décadas que la democracia, como forma de gobierno y como proceso paradigmático de toma de decisiones, evidencia graves dolencias que ponen en cuestión su eficacia y pertinencia.
A propósito de diversos hechos que hemos vivido en nuestro país las últimas semanas, es pertinente volver a reflexionar sobre la importancia de la seguridad y la defensa en una sociedad democrática.
Los hechos presenciados esta semana en la invasión por fanáticos derechistas al Congreso norteamericano, irrespetando las instituciones y su simbología y facilitado por una cierta inacción de las autoridades burocrático-policiales, para supuestamente ‘protestar’ ante la derrota del presidente Trump en su intento reeleccionista, es un momento más de lo que podríamos decir un debilitamiento y cuestionamiento progresivo de la democracia. Porque hace rato y en distintas sociedades, se vienen dando expresiones en la misma dirección.
Frente al año que estamos iniciando hay una carga alta de expectativas –algunos le atribuyen la responsabilidad de subsanar muchas de las dificultades del complejo 2020- pero es mejor abordarlo con realismo y claro, tratar de fortalecer todo lo positivo que del mismo se pueda derivar. En el primer semestre, tendremos la tensión centrada en el proceso masivo de vacunación contra la Covid-19: el control del efecto negativo que puedan dejar las festividades de fin de año; procedimientos y alcances, priorización de población, coordinación con las administraciones regionales encargadas de aplicarla, efectos que eventualmente produzca la vacuna en algunos casos, la mirada comparada entre las diversas vacunas, las nuevas cepas del virus que se puedan hacer presentes, los impactos internacionales, estos serán temas centrales de la agenda nacional. Tendremos desde el primer semestre la discusión acerca de la nueva reforma tributaria –reforma fiscal la denomina el gobierno-, no sólo porque es evidente la necesidad de la misma, pero es objeto de debate a qué sectores sociales se espera gravar de manera más fuerte, ya sea incrementando tasas o creando nuevos impuestos, o eliminando exenciones. Seguramente será presentada en las sesiones del Congreso del mes de marzo y será un tema de controversia nacional.
Este año que está pronto a concluir, ha sido plenamente atípico. Y no hay duda que el principal factor fue la expansión de la pandemia de la Covid-19, a nivel global, aunque con peculiaridades en diversas regiones y dependiendo de las estrategias que asumieron los gobiernos –más o menos restricciones a la movilidad, cerramiento de aeropuertos por un período; en algunos casos apuesta por la denominada ‘inmunidad de rebaño’ que parece no haber funcionado muy bien-.
No hay duda que cada vez toma más fuerza la posibilidad de una candidatura presidencial del ‘centro político’. No es verdad que las elecciones colombianas del 2022 sean un simple comportamiento pendular que se desplaza de la derecha actual a una izquierda posible. Eso es no conocer el comportamiento de los electores colombianos. Creo que si no se logra articular una candidatura de centro –deseablemente en acuerdo con sectores de centro izquierda y de centro derecha-, lo probable es que la derecha logre imponer un nuevo candidato continuista del actual gobierno; lo que sería ampliamente indeseable.
Estas últimas semanas el país ha conocido una serie de masacres, especialmente en el suroccidente del país –Cauca, Cali, Nariño-, aunque también en el oriente, la región del Catatumbo y Arauca; además de los asesinatos de líderes sociales y excombatientes de FARC; es decir, zonas donde hay presencia de actores del conflicto armado y donde los cultivos de coca siguen teniendo relevancia. Con el agravante que en la mayoría de casos ha afectado a jóvenes.