La muerte no tiene la última palabra

Jairo Yate Ramírez

« °°° Cuando Jesús estaba en Jerusalén, se le acercaron unos saduceos, lo que dicen que no hay resurrección. Le presentaron el siguiente caso: Maestro Moisés dejó escrito que si un hombre casado muere sin dejar hijos, el hermano del difunto, debe casarse con la viuda para procurar descendencia a su hermano”. (Lucas 20, 27-38). El Dios que hemos conocido, el Dios que profesamos, el Dios por el cual somos, nos movemos y existimos; debe ser necesariamente un Dios de vivos y no de muertos.

La resurrección corre el velo de todo el misterio de Cristo como hombre y como Dios. Reafirma la obra del Padre Celestial con su propósito intenso de la salvación del mundo. La propuesta parece un poco extraña; cualquier persona sabe y cree que Jesús murió y resucitó, que está vivo, en medio de nosotros, presente en la Eucaristía. Lo complicado es que vivamos una fe según el espíritu de un Dios vivo. Nuestra tentación nos inclina más hacia la muerte, todo se termina, todo se acaba. No es fácil que una persona entienda la vida desde la resurrección, desde la eternidad. Alguien decía: Todos desean la salvación, la vida eterna, pero nadie se quiere morir.

Los saduceos eran una élite aristocrática de latifundistas y comerciantes. También eran conservadores. No aceptaban la fe en la resurrección. Para criticar y ridiculizar la fe en la resurrección, contaban casos ficticios para mostrar que la fe en la resurrección llevaría a la persona al absurdo.

Ahora, creer en la resurrección, es un componente esencial en la doctrina cristiana. El mismo Hijo de Dios proclama una vida más allá de la muerte. “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob; pues bien: Él es Dios de vivos y no de muertos.” (Mateo 22, 32). El cielo, no es la tierra mejorada. El cielo es el ámbito de Dios y donde la vida es participación en la plenitud divina. Allí no se vive de la experiencia de lo limitado sino de lo que no muere. Jesús de Nazareth; él mismo es la resurrección y la vida, (cf. Juan 11,25).

Decir que los muertos resucitan, tiene su razón de ser en la resurrección del Maestro. Si no se cree en la resurrección de Cristo, tanto el anuncio como la fe, carecen de sentido. (cf. 1 Corintios 15, 14). La resurrección, no es una ideología, no es un sistema filosófico, sino es un camino de fe que parte de un advenimiento, testimoniado por los primeros discípulos de Jesús: afirmaba el Papa Francisco en su catequesis.

“Ser cristianos significa no partir de la muerte, sino del amor de Dios por nosotros, que ha derrotado a nuestra acérrima enemiga. Dios es más grande que la nada, y basta sólo una luz encendida para vencer la más oscura de las noches”. Cuida tu salud: No nacimos para morir, sino para vivir. La respuesta está en la eternidad.

Padre, Jairo Yate Ramírez

Arquidiócesis de Ibagué.

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