La estrella de Belén, marca el camino de la nueva humanidad

Jairo Yate Ramírez

« °°° Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes. Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: -« ¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo». Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenía que nacer el Mesías. °°° (Mateo 2, 1-12). Aprendemos a descubrir y a encontrar la presencia de Dios en nuestras vidas. En ese contexto entendemos la “Epifanía del Señor”. Hubo un profeta que presentó al mundo el comunicado de Dios: Levántate y sonríe Jerusalén que ya llega tu luz y brilla en ti la gloria del Señor. (Isaías 60,1). Ese es el profeta Isaías, que descubre la Jerusalén futura, la imagen de la Iglesia iluminada por la luz, la estrella que desde el firmamento indica el camino y la razón por la cual todos los pueblos de la tierra, adorarán a Aquel que nació para vencer el mal, la tentación, el pecado, la muerte.

La estrella de Belén sigue marcando el camino de la nueva humanidad. Los que creemos somos estrellas con luz permanente, aprendemos a brillar con luz propia: “Nunca podrán celebrar la Epifanía, los arrogantes que no saben levantar su mirada al cielo. Ni los que son miopes para ver las manifestaciones de Dios. Ni los que tienen endurecido el corazón y viven en el egoísmo y la ambición”. La noticia del nacimiento del Salvador del mundo es alentadora; lo fue en aquella ocasión para una nación como Israel, (cf. Mateo 2, 2-5); lo es para un mundo actual. Dios vuelve a insistir: no basta con reconocer que Dios es importante. Es necesario levantar la mirada hacia la estrella, volver a las fuentes principales de la fe; es urgente hablarle a Dios de rodillas: “Y una vez en la casa, vieron al niño con María su Madre, cayeron de rodillas y le rindieron homenaje”. (Mateo 2, 11).

Le ofrecieron dones simbólicos: Oro, incienso y mirra. Explica el Papa Francisco: “El oro nos recuerda que a Dios hay que darle siempre el primer lugar. Le cedemos el puesto a Dios y dejamos de ser autosuficientes. El incienso: que simboliza la relación con el Señor; la oración, que como un perfume sube hasta Dios. Hay que gastarle un poco de tiempo a Dios. La mirra: el ungüento que se usará para envolver con amor el cuerpo de Jesús bajado de la cruz. (cf. Juan 19, 38-40). El Señor agradece que nos hagamos cargo de los cuerpos probados por el sufrimiento, de quien solo puede recibir sin dar nada material a cambio. Los Reyes Magos son modelos de conversión a la verdadera fe porque han dado más crédito a la bondad de Dios que al aparente esplendor del poder. Cuida tu salud: A Dios se le habla de rodillas y se aprende a hacer su voluntad.

Arquidiócesis de Ibagué

Comentarios