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Se podría pensar que las dificultades ocasionadas por la pandemia son las causas de la falta de entusiasmo en la atención, pero no es solo eso, ya desde antes se viene hablando de la misma carencia, que tiene un impacto directo y negativo sobre las ventas y productividad de la empresa u organización.
En este punto es necesario reflexionar sobre el hecho de que ofrecer un servicio de calidad no se aprende de un momento a otro, y menos cuando las empresas suelen dar poco o ningún espacio para capacitar a los colaboradores, como tampoco la suficiente inducción o entrenamiento a los mismos a su ingreso y además este no es un tema que se aborde en los centros educativos.
El buen servicio es más que conocimiento y aplicación de técnicas, es cuestión de actitud. Y la actitud de servicio no es solo hacia los clientes, son comportamientos que tiene una persona al interactuar con los otros, sea con su familia, amigos, compañeros y demás personas de su entorno. De modo especial la responsabilidad recae en los mayores, los padres, directivos y jefes, que con frecuencia actúan en forma contraria de cuanto exigen a sus dirigidos o colaboradores.
La actitud de servicio no solo es aplicable cuando está atendiendo a los clientes de una empresa o negocio, es ingrediente indispensable para una amable convivencia en casa, para hacer amigos en el colegio y sobre todo para ser un buen miembro de equipo. En estos casos esta actitud se transforma en colaboración. Son las personas que han desarrollado la habilidad de cooperación y de servicio a los demás, quienes podrán tener mejores relaciones en sus actividades, mayor aceptación por parte de los demás y con toda seguridad tendrán mayores satisfacciones, porque no hay nada que potencie más la autoestima que el sentimiento de valoración y reconocimiento.
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