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Sorprende aún encontrar algunos que disfrazan la libertad de expresión, utilizándola como una libertad para la agresión, buscando por supuesto en estas épocas réditos electorales, utilizando la retórica para el desprestigio, la diatriba o la ofensa permanente, que no permite construir sociedad sobre la base del respeto por la diferencia, sino todo lo contrario, siembra odio y ahonda en la enorme polarización, que establece bandos para la confrontación y la violencia.
Sorprende ver y escuchar en medio de la ideologización de los temas importantes, como por ejemplo, aquellos que se hacen llamar defensores del medio ambiente, odiosamente critican a sus contradictores cuando quieren proteger el medio ambiente, o como aquellos que se creen dueños de la seguridad, critican a sus contradictores porque defienden o quieren más seguridad, demostrando con estas posiciones, que más que los temas, les importan sus intereses, por eso construyen esa retórica, de odio y confrontación, de amigos y enemigos, de buenos y malos.
Dicho lo anterior, en nuestra democracia de hoy son y serán más importantes los hechos, aquellos que refrendan la dialéctica, que no busca solo adornar, conmover o persuadir, sino que se sustenta en la verdad y se refrenda con la acción. La fuerza de los hechos, está por encima de mil palabras, los ciudadanos de hoy así lo reconocen, ya no son los ignorantes de ayer.
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