¿Puede el poder, político o económico, convertirse en una enfermedad? Creo que sí. Sin duda alguna. Y debe ser una enfermedad compleja con muchas aristas, entre ellas psicológicas, razón por la cual el tratamiento debe ser algo también complejo,

Llevamos varias décadas matándonos nosotros mismos y esto nos ha restado fuerza para proyectarnos como país, como cultura, como un actor importante en la escena global, o al menos regional.

El Gobierno acaba de anotarse un verdadero éxito militar con el abatimiento del máximo líder de las FARC, ‘Alfonso Cano’. Es el mayor golpe que se le haya propinado a esta guerrilla en sus casi 50 años de existencia, un hecho que va a generar repercusiones militares y políticas muy importantes.

Hace unos días fui invitado a mi tierra natal a conversar sobre el papel de los municipios en la Globalización.

Hace apenas un año largo, Stéphane Hessel, un ciudadano germano-francés nacido en 1917, escribió un breve manifiesto que tituló ¡Indignaos!; en el invitaba a todos los jóvenes europeos a rebelarse contra lo que denomina la dictadura de los mercados financieros, que amenazan la paz y la democracia.

Desde hace décadas he escuchado decir que el problema madre de Colombia es la tierra, que allí se originan muchos de nuestros males.

Si alguien aún duda de que la Globalización sea irreversible, no hace falta sino que mire hacia Europa, particularmente hacia Grecia.

El tiempo vuela. Hoy se cumplen diez años de los atentados terroristas en Nueva York y Washington. Buen momento para mirar en retrospectiva lo que es la estupidez humana.

El epílogo del periplo político del exsenador Alberto Santofimio Botero, más que patético, es dramático.

Lo más importante de la autoridad es que sea legítima, es decir, producto de la voluntad libre y transparente de quienes dan origen y se someten a ella.