Contra la destrucción del país: ¡a marchar!

Manuel José Álvarez Didyme

La principal debilidad de nuestra democracia radica en la falta de consolidación de una conciencia colectiva y en la flaqueza de la memoria de una desarticulada población que se conmueve hasta los tuétanos, se mece el cabello y gime ante los últimos acontecimientos conocidos, pero retorna a su cotidianidad a los pocos minutos, dejando hundido en el olvido aquello que la perturbó inmensamente, tal como si no hubiese sucedido.
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Cual forma recurrente de aparición de “la peste del olvido” como la que, según García Márquez azotó a Macondo, convertida esta vez en mecanismo de defensa que ayuda a evitar, posiblemente, que la cruel realidad en la que estamos inmersos, nos apabulle y cause irreparables daños.

Porque desde hace ya casi dos años venimos teniendo mil y una razones para pronunciarnos masivamente contra una administración que, sin lugar a duda, aspira a la completa destrucción del país en lo cual no ceja ni un minuto, y las seguiremos teniendo hasta cuando cese o desista de su devastador propósito, tal como lo vamos a hacer hoy domingo 21 de abril marchando “todos a una” en una movilización que le demuestre al gobierno quién y cuántos estamos contra él y su nefasto propósito.

Y lo haremos porque al encarar de esa forma la tozuda realidad, vamos a significarle a Petro que sus expresiones de fundamentalismo político generadoras de odio, violencia y dolor, no son otra cosa que las mismas que han llevado a convertir injustificadamente a Colombia en el magno imperio de todas las formas de perversidad conocidas por el género humano.

Puesto que no hay que hacer ningún esfuerzo para identificar el sumun de la criminalidad en la actuación vandálica de las disidencias de las farc, hoy denominadas eufemísticamente “E.M.C.”, (Estado mayor central), la banda del E.L.N. y los otros grupúsculos delincuenciales, que ha recaído en forma indiscriminada y por igual sobre policías y militares, población civil, rural o urbana; sobre hombres y mujeres jóvenes o ancianos, o niños, humildes o no, financiados por el lucrativo producto del delito de lesa humanidad del narcotráfico bajo el pretexto de estar buscando uno de esos  fementidos paraísos del proletariado que naufragaron en todas las latitudes del orbe, y en los que no pueden seguir creyendo sino los enajenados creyentes del mesiánico discurso de los años 60´s del pasado siglo que quieren devolver el reloj de la historia a etapas ya superadas por la humanidad.

¿O acaso alguien puede querer en nuestro suelo la continuación de la historia de crímenes y vejaciones sin cuento que el comunismo le ha infligido a la humanidad en el mundo?

¡Así que hoy a protestar!: Protesta que sea además, expresión de la rabia contenida de un pueblo contra el violento actuar de esas bandas de forajidos, e impedir que se expanda y disemine por todo el suelo patrio con la complicidad del gobierno.

 

Manuel José Álvarez Didyme

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