Isley

Crédito: Freepik/ El Nuevo Día.___
Despertó con impaciencia, sacudió sus patas con ligereza. Amanecía en la hacienda cuando fue apartado con otros 5 toros del corral y metido en un camión.
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Entra corriendo. Mira el entorno. Para en Ia mitad del enorme redondel. En el palco del segundo piso una niña, agita sus manos, saluda, sonríe, Al lado derecho de la niña una mujer, al lado izquierdo un hombre. Suenan fandangos y porros.  La gente se agolpa, en el primer piso, en el segundo y tercer piso de la plaza.

El toro mira a uno y otro lado. Entra el garrochero, en su caballo. Le clava Ia punta de acero de la garrocha y huye. Otros tres garrocheros están detrás del animal,  hunden  las puntas de acero en su piel; unos pedazos de músculos sobresalen en tiras. Su lomo desgarrado se inflama. Bajan por sus costados hilos de sangre. El banderillero ahora clava seis punzantes arpones de relucientes banderillas que se baten en su lomo como lazos.  El animal sigue al banderillero, pero este se esconde debajo de Ia cerca que bordea la plaza. Una nube de polvo llena el ambiente.

El toro corre desorientado por Ia plaza. El garrochero regresa, en su caballo, coge de la cola con fuerza al toro y este da una espectacular voltereta, cae. Los aplausos del público son recibidos con orgullo por garrocheros y el banderillero.

El animal se levanta y corre errático. El garrochero lo persigue, salta de su caballo, al lomo del toro, lo domina,  lo obliga a detenerse.  Luego va nuevamente a su caballo.

Como veinte hombres entre espontáneos y manteros acechan al toro, lo siguen a los extremos de Ia corraleja se van encima de él, recibe patadas sobre todo su cuerpo, lo atacan con piedras, cuchillos, dagas.  En los palcos se oye una fiesta con lluvia de aplausos, y gritos.

La presa se retuerce del dolor. Su respiración se ahoga. Se tiende en la arena unos largos minutos, luego se para, arranca a correr.

Manuel, un joven delgado de manos y pies fuertes, piernas largas, salta del palco del segundo piso a la arena. La niña lo mira.

Manuel va detrás del animal, lo persigue, lleva en la mano una muleta roja. El toro de repente para de su veloz carrera da media vuelta, derriba a Manuel, le resuella en su cuello. El hombre se queda muy quieto, el toro se va.

Tirado en el piso Manuel levanta la cabeza, mira al palco de la niña. Las gentes agolpadas en los palcos de Ia corraleja gritan de euforia y emoción.

Manuel se levanta, Ileva su muleta. El toro, pasa por debajo de la muleta, una, dos veces. A Ia tercera el toro no pasa por debajo de la muleta, en cambio derriba a Manuel.  El hombre se levanta, toma su muleta. Se quedan inmóviles mirándose toro y torero con rabia y cólera, los músculos tensos. El taro jadeante tantea el suelo con una pata, camina hacia Manuel con paso firme sobre Ia arena. Manuel camina hacia el toro, erguida la cabeza, levanta Ia muleta con la mano derecha a Ia altura del toro.

Manuel respira aceleradamente. Su nariz chata chorrea agua, el sudor baja por su cara roja. El toro brama, escarba en la arena, primero con una pata, luego con la otra. La tierra brota. El toro corre hacia el hombre, lo tumba.. Manuel se dobla en el suelo, sus gritos desgarrados vuelan por el aire, se levanta difícilmente, cimbreándose, trata de correr, alejarse del toro. El toro ataca. Con los cuernos levanta al hombre, lo alza hacia el cielo, luego se oye un golpe seco cuando cae. Manuel se arrastra.  La niña en el palco mira al toro, implora perdón. Los cuernos atraviesan el cuerpo del hombre, la sangre caliente sale de él. Los murmullos y gritos en la plaza aumentan.

El cadáver de Manuel está tirado en la arena. Los hombres no se acercan, le temen al toro. En el palco, la niña, llora. Manuel es su padre.

El toro cae, es descuartizado por los hombres en la arena. En la corraleja la fiesta sigue. Esperan el siguiente toro.

Credito
Autor: Nelcy Leyton Montealegre

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