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Todos los días, pero especialmente los fines de semana, allí se concentran decenas de personas a vender o consumir la bebida de antaño. Propios y ajenos llegan y se sientan alrededor de un timbo. Pueden comenzar en la tarde, para paliar el calor sofocante de Coyaima, e ir hasta la madrugada.
Cuando deciden tomar chicha y no cerveza industrial hay una resistencia por conservar una tradición que se mantiene desde épocas prehispánicas. Muchos amarran sus bicicletas porque viven cerca y les queda mejor desplazarse así.
La preparación se realiza durante ocho días, poniendo primero el maíz en agua durante dos días. A continuación, se lava y se deja en hojas de ‘andiquero’ dos días para que fermente. Luego se muele, se hierve y es dejado en tinajas de barro. El sabor varía de dulce, desabrido, agria o fuerte.
Un valor ancestral
Para los resguardos indígenas pijaos la chicha no es solo una bebida, se trata también de una representación de sus luchas por conservar su arraigo cultural. Para los demás, se trata de una oportunidad para conocer las tradiciones que han cimentado buena parte de nuestra historia.
La fuerza de lo autóctono
La chicha, además de contener tantos valores tradicionales, es también un factor dinamizador de la economía local. Los ‘chicheros’, que se cuentan por docenas, generan grandes ingresos con sus ventas.
Los visitantes pueden acudir también al centro poblado Castilla, a unos pocos kilómetros del centro de Coyaima: una muestra de la mayoría de las tradiciones de la región sur del Tolima: almojábanas, pandeyuca, chicha, masatos, tamales, bizcochuelos o achiras.
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