PUBLICIDAD
La ‘Venus del Lodo’ fue junto con la fotografía de Omaira Sánchez, las que dieron la vuelta al mundo, las que evidenciaron una tierra borrada del mapa; pero también, ambas se convirtieron en símbolo de esperanza para un país que el 13 de noviembre de 1985 quedó sin una parte de su territorio.
35 años después, Luz Ensueño Buenaventura Monsalve mira la fotografía y recuerda esa noche de terror, ese 13 de noviembre cuando la avalancha le arrebató a sus padres, hermanos y familiares paternos; solamente quedó ella, una hermana y su hermano quien para la época era seminarista.
“No es fácil perder la familia de un momento a otro y más en estas circunstancias, pero nos ayudó la espiritualidad, los buenos principios que nos infundieron papá y mamá y el estar aferrados a Dios y a la Virgen”, cuenta esta mujer que cuando tenía 16 años sintió que la muerte por poco y también se la lleva.
“Esa noche nos reunimos en familia, pues llegaba mi hermana quien era novicia de los capuchinos. Mi hermano era John Jairo quien trabajaba en la emisora RCN y tenía planeado casarse en ese diciembre; yo iba a terminar el décimo grado
“La ceniza empezó a caer y en las noticias decían que tuviéramos cuidado y si sonaban las sirenas, ir a partes altas. Pero las cosas se complicaron sobre las 10:30. Mi padre tenía una volqueta grande y salimos todos en ella para intentar salvar nuestras vidas”, cuenta Luz Ensueño.
La bondad de su padre Ismael y su madre María Consuelo fue tanta, que prefirieron esperar a sus vecinos para llenar la caja de la volqueta, y quizá así lo quiso Dios o el destino, pero esos minutos de espera fueron cruciales, debido a que el caudal de lodo ya había arrasado parte del pueblo.
De pronto, cuenta esta mujer, quien después de la tragedia ingresó al noviciado y ahora es docente, que justo cuando todos pensaban que iban a salvar sus vidas, se escuchó un ruido fuerte y luego un violento golpe en el carro.
“Desde ahí no volví a saber más de mi papá, mi mamá, hermanos ni vecinos. Solamente empecé a pedirle a Dios que nos ayudara. Y mientras íbamos como en un barco sobre un mar de lodo, llegó otra avalancha y me separó de mi hermana.
“Yo sabía que estaba viva porque escuchaba mi respiración, pero un remolino me hundía. No sabía por dónde atravesaba. No quería morir de esa manera, y hasta que pude salir, y saber si había alguien cerca, me dijeron que mi hermana Luz Marlén estaba viva e intenté alcanzarla guiándome por la voz”, recuerda Luz Ensueño.
Con las primeras luces de la mañana, la joven empezó a divisar la realidad, el mar de barro, las estatuas vivientes, y ella solo miraba para ver hasta dónde podía avanzar y ponerse a salvo.
“Cogí un palo y me guiaba con la altura para no hundirme; pienso que tocaba muertos porque pisaba muchas cosas, no podía nadar. Luego salí a un arrozal y vi que venían los socorristas. Dos personas me dieron la mano y me sacaron. No sé quien tomó lo foto, luego supe que hablaban de la ‘Venus de Lodo’, narra la mujer.
Luego de su rescate, ella pidió a quienes la auxiliaron que ayudaran a su hermana, más adelante se encontró con ella y otras personas que conocía. Unos familiares que ella tenía en Mariquita intentaron llegar a Armero, pero ella ya iba hacia Guayabal para recibir los primeros auxilios.
Más adelante la trasladaron a Honda y se reencontró con su hermana, prometieron estar siempre en contacto luego de ser atendidas; pero debido a sus lesiones, la remitieron al hospital de Villeta donde duró una semana.
Allí, por medio de unos periodistas, avisó a sus familiares maternos, quienes vivían en Medellín, que ella y su hermana estaban bien, y que su hermano Jaime Buenaventura seguía en el seminario de Garzón (Huila).
“Mi hermano llegó cuando le dieron permiso para salir del seminario; él nos buscaba pero como nos trasladaron, no supo que mi hermana ya estaba en Medellín y por eso fue la primera en reunirse con mis tíos. Luego mi hermano me encontró en Villeta y me llevaron a Bogotá para recuperarme.
“Jaime pensó en retirarse del Seminario para hacerse cargo de nosotras, pero lo convencimos de que siguiera, pues gracias a Dios tuvimos oportunidades, incluso de vivir en Francia, pero no lo consideramos por muchas razones”, cuenta Luz Ensueño.
Una nueva vida
Ya en Ibagué, Luz Ensueño tuvo la oportunidad de estudiar en el Colegio La Presentación y allí tuvo contacto con las hermanas Dominicas, quienes también le dieron la oportunidad de trabajar con ellas, e iniciar su carrera como monja.
“Siempre agradezco a las hermanas Dominicas y al padre Antonio María Cifuentes, ya que por medio de la Pastoral Social nos ayudaron a muchos con planes de vivienda. Y como desde Armero sentía inclinación por ser religiosa, seguí el proceso vocacional, primero con las hermanas Siervas del Santísimo de Medellín.
“En Bogotá hice todo mi postulantado y trabajé en los colegios bogotanos de la Presentación y en San Façon. Luego sentí que podía servirle al Señor fuera de la comunidad religiosa, y antes de recibir mis votos perpetuos me retire”, cuenta Luz Ensueño, quien se graduó como licenciada y luego de varias especializaciones, ha dictado clases en varios colegios religiosos.
Nuevamente, y tras recordar la fotografía de la Venus de Lodo, dice que esa imagen le trae mucha esperanza, porque “Esa es la obra de Dios, quien me sacó del lodo, como sacó a Moisés de las aguas”.
Las veces que viaja a Armero, siente la melancolía, emociones encontradas al ver todo en ruinas y saber que debajo quedaron sepultadas muchas personas. En Armero pasó los mejores momentos en familia y por ello siempre pide respeto por el lugar.
“Un año después de la tragedia, el Papa declaró a Armero como camposanto, y así debería ser, pero cuando vamos solo vemos cultivos y personas que ya tienen fincas y en ese sitio donde reposan nuestras familias se llenó de ganado.
“Entonces lo que pedimos los armeritas es respeto, y al Gobierno, que le ha faltado poner más atención porque solo hay homenajes cada año y el camposanto sí está descuidado”, puntualizó esta mujer que solo espera respeto hacia sus seres queridos y paz para el descanso eterno.
Dios le dio fortaleza
En la parroquia Rosa Mística oficia las eucaristías el padre Jaime Alberto Buenaventura Monsalve, quien aunque no vivió la noche fatal en Armero, nunca pudo despedirse de sus padres ni de sus otros tres hermanos que quedaron sepultados en la ‘Ciudad Blanca’.
De familia materna antioqueña y padre tolimense, Jaime Alberto llegó desde Yarumal a Armero cuando tenía siete años. El día de la tragedia estaba en el Seminario y se enteró de la tragedia cuando en la mañana, antes de tomar el desayuno, el padre pidió a todos una oración por las víctimas.
“Un mes antes de la avalancha estuve en Armero, allí escuché sobre las amenazas del Nevado, y el represamiento del Lagunilla, y lo que decía mi hermano en la emisora sobre los cuidados que debían tener los habitantes.
“El día de la tragedia me acosté, y al otro día recibí ese impacto, los pormenores de lo ocurrido, y empezaron días muy terribles, pero Dios es grande y me puso a mis hermanos sacerdotes, religiosas y seminaristas para ayudarme.
“Sé que si no hubiese tenido mi formación en el Seminario y el estudio sobre la concepción de la vida y de la muerte, habría tenido una vida terrible. Perdí a mi papá, a mi mamá, y de los dos hermanos y tres hermanas, solamente tres quedamos vivos. Allí quedaron los abuelos, primos y tíos paternos.
“Pero también quedaron personas que hicieron grande la memoria de Armero, líderes en barrios de Ibagué, sacerdotes y amigos que ahora viven en el extranjero.
“Pero siento con tristeza que cada año aparece el tema de Armero, y vienen los recuerdos, la infancia, el colegio, los amigos de barrio, una ciudad que era muy próspera, pero solamente se recuerda para esta fecha y nunca hay propuestas innovadoras o de emprendimiento para los sobrevivientes.
“Se habla de la Ley de Armero, de los predios que cada uno tenía, pero eso queda en emoción porque vemos que quedó como un botadero de basura, las reses pastando donde quedaron nuestras familias enterradas; entonces vemos con tristeza el irrespeto y el olvido”, reflexionó el padre Jaime.
Vio morir a sus padres
Luz Marlén estaba reunida esa noche en familia, esa noche estaba otro de sus hermanos que era sacerdote en Cali y todos escuchaban a su hermano por la radio. Se hablaba de la arenilla que caía y se sentía mucha tensión.
“La electricidad se fue sobre las 10 de la noche y nos informaron que por donde pasaba un riachuelo, cerca a Radio Armero, estaba crecido, hasta que escuchamos que todos debíamos salir. El olor a azufre aumentó y salimos en la volqueta. Todo mundo se subió a los carros y otros corrían, vi cómo los carros pasaban sobre las personas y las mataban.
“Cuando íbamos a salir hacia Guayabal el lodo levantó a mi papá y lo reventó; luego todos desaparecieron. Yo iba junto con mi mamá y también desapareció. Al otro día me sacaron con una cuerda, escuchaba cómo se quejaba el ganado y sacaron a mi hermana y le tomaron esa foto que titularon la ‘Diosa del Barro’, recuerda.
Luego de contar su vivencia, añade que nunca le echó la culpa a Dios, porque la educación de todos provenía de una familia católica antioqueña y de su padre quien era de Venadillo y que son cosas que se deben dejar solamente a Dios.
“Sí nos quedó una enseñanza grande, y es que estamos en este mundo y debemos aceptar las cosas que duelen y ahora agradezco la vida de mis hermanos, de Jaime quien ahora es sacerdote y trabajo con él como secretaria”, indica esta mujer quien dedicó parte de su vida a la docencia y así como sus dos hermanos, espera que un día Armero reciba el respeto que se merece tras ser declarado Camposanto, pues allí todavía reposan sus seres queridos.
Frase
"Han pasado 35 años desde que perdí a mi familia y 27 desde que fui ordenado sacerdote y esa formación me dio las energías para vivir", Jaime Alberto, párroco iglesia Rosa Mística.
Frase
"Han pasado 35 años y al ver esta imagen, muchos ven la desnudez, pero yo veo que es la obra que Dios quiso que ocurriera", Luz Ensueño Buenaventura, sobreviviente de Armero.
Comentarios