El perdón, un ejercicio fundamental para la paz

COLPRENSA - EL NUEVO DÍA
Dos víctimas de diferentes grupos armados al margen de la ley, los paramilitares y la guerrilla, relataron los hechos victimizantes y la forma en que han ido aceptándolos en su vida.

Desde que inició el proceso de paz en La Habana, el país está a la expectativa de lo que podría ocurrir con los integrantes de las Farc en caso de que lleguen a movilizarse al concluir. Entre las opciones principales está el de que entren a formar parte de la política colombiana.

Sin embargo, para que esto suceda, se debe definir muchas cosas en el proceso y entre ellas radican el tipo de justicia que se aplicará y la posibilidad de reconciliar a un grupo armado con la sociedad civil.

De acuerdo con el padre Leonel Narváez, director de la Fundación Para la Reconciliación, “si no existe esta reconciliación entre la sociedad civil y los actores armados, muy difícilmente se podrá hacer una paz sostenible, una vez se firme el acuerdo de La Habana”. Según él, para que pueda haber reconciliación, la población civil debe cursar un proceso de perdón.

Mario Castro, asesinado por paramilitares

Mario Castro Bueno fue un integrante de la Unión Patriótica que, durante su carrera, ocupó diferentes cargos públicos en varias regiones del país.

Su hermana Eugenia Castro cuenta que “en 2002 cuando ingresaron los paramilitares a El Castillo (Meta), municipio donde él se desempeñaba como personero, comenzaron las amenazas, las desapariciones, las torturas, los desplazamientos contra la población campesina de la región”.

La situación en el departamento se puso tan complicada que en mayo de 2002 la Gobernación de Meta dio permiso a los personeros de los municipios con más riesgo que ejercieran sus cargos desde Villavicencio, capital del Departamento.

Eugenia cuenta que Mario no quiso trasladarse argumentando que el Estado le pagaba por cumplir con un deber y éste era estar en su municipio y recibir las denuncias de sus habitantes.

“No le parecía bien recibir un salario así de chévere y estar en Villavicencio, prácticamente sin trabajar”, afirmó Eugenia.

El 1 de noviembre de ese mismo año, cuando Mario se dirigía hacia Villavicencio, como todos los viernes para estar con su familia, fue interceptado en cercanías de Medellín del Ariari por un retén de los paramilitares, para luego ser encontrado muerto cerca del municipio en el que trabajaba.

Ante estos hechos, Eugenia afirma que no es capaz de perdonar a quienes asesinaron a su hermano. La razón que ella argumenta es que si bien, gracias a los procesos de Justicia y Paz, “en la actualidad se conoce quiénes fueron los paramilitares que ejecutaron el asesinato”, no se conoce quién o quiénes estuvieron detrás de ello.

Para ella, “el proceso para perdonar puede ser muy largo; para eso el país tiene que tener unos cambios muy grandes y yo no los veo cercanos”, por lo que dice que “el perdón llegará después de muchísimos años”.

Clara Rojas,

secuestra por las Farc

Cuando Íngrid Betancourt decidió lanzarse a la presidencia en 2002, la jefe de debate de su campaña fue Clara Rojas. Mientras ambas se dirigían a la antigua zona de distensión de San Vicente del Caguán, fueron interceptadas por una columna móvil de las Farc y llevadas a la selva en condiciones de cautiverio.

Durante los seis años de secuestro en manos de ese grupo guerrillero, Clara Rojas tuvo un hijo a quien llamó Emmanuel, quien fue separado de ella por la misma guerrilla y puesto en manos de una familia de campesinos. Posteriormente uno de ellos entregó al niño a Bienestar Familiar, argumentando que era su abuelo y ya no podía sostenerlo.

En entrevista, Clara afirma que “el solo hecho de haber sido secuestrada, estar un día en un cómodo apartamento y al otro día estar durmiendo en el piso a la intemperie en la selva, el aislamiento, la falta de recursos el hambre, el frío y el hecho de que esa situación se prolongara por tantos años” ya hace difícil el esfuerzo por recordar, porque le genera mucho dolor.

Clara se muestra como una persona feliz con su hijo Emmanuel, que ya está cerca de cumplir 10 años, y afirma que “estos seis años en libertad han sido muy enriquecedores” y que, gracias al apoyo de sus seres queridos está motivada para seguir adelante y “pasar la página en el tema del secuestro” y que “es muy importante perdonar”.

Su principal motivante, afirma, fue su hijo Emmanuel, con quien considera que tiene una responsabilidad porque según ella “una mamá feliz es un niño feliz”. Ella afirma que “uno no puede convertirse en la cantaleta de todo lo que sufrió sino que tiene que, en algún momento pasar la página y seguir adelante”.

Su mecanismo principal para llegar a este estado fue la escritura y publicación de su libro ‘Cautiva’, en el cual plasma “cada uno de los puntos que más me dolió en su momento y las cosas que más me impactaron”.

La importancia del perdón

De acuerdo con el padre Leonel Narváez, “el perdón es un ejercicio íntimo y personal. No se necesita del ofensor para perdonar”.

Para él, el resentimiento y la rabia que producen el haber sido víctima de la violencia es comparable con “una serpiente venenosa que se le mete a uno en el cuerpo y le hace daño por dentro”.

El sacerdote y sociólogo explica que “haber sido víctima de un hecho de violencia genera rabia, rencor y deseos de venganza en las personas”. Por esta razón, explica que el perdón “es pasar de una narrativa de retaliación, de ganas de matar y comer del muerto a elevarse tanto que uno comienza a hablar ya es de compasión, de misericordia y de bondad”.

Según él, las personas que no perdonan son más proclives a tener problemas de salud como gastritis, problemas de corazón, reumáticos e incluso cánceres, si es que tienen la tendencia a ello.

En el ámbito social el Padre afirma que “el perdón es un ejercicio heroico, de la más refinada cultura política, porque la persona ya no saca a nadie de su vida, de su corazón, sino que se integra a todos los demás”.

Narváez, afirmó en forma coloquial que “la Paz de La Habana, si no tiene el componente del perdón, queda mal cocinada y se apicha rápido”. Para él, “si no se hacen los ejercicios de perdón, nosotros en unos poquísimos años volveremos a caer en la repetición de la violencia”.

Credito
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