Armero, sin cabida para los asentamientos humanos

SUMINISTRADA - EL NUEVO DÍA
“Definitivamente los asentamientos en esta zona se deben descartar de por vida, dado que es área de alto riesgo, que cuenta con historial de eventos repetitivos en el tiempo y con consecuencias nefastas”: Igac

Armero ya había sido sepultado por dos tragedias casi que idénticas: en marzo de 1595 y en febrero de 1845, siendo está ultima más catastrófica que la de hace 30 años, cuando el nevado del Ruiz sepultó el municipio y cobró la vida de más de 25 mil personas.

La avalancha de 1845 afectó cerca de 12 mil hectáreas, un área cuatro veces mayor que la de 1985; el espesor del lodo alcanzó los seis metros de altura y 300 millones de metros cúbicos, frente a los 80 millones registrados de la última tragedia.

Así lo explica la tesis de maestría publicada en 2007 por Marco Aurelio Velandia, funcionario del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC), en la que explica de forma detallada en qué se convirtieron los suelos del desaparecido Armero luego de la última tragedia, la del 13 de noviembre de 1985.

El interrogante principal de esta tesis para la Universidad Nacional de Colombia era establecer si las características físicas y químicas de los lodos volcánicos depositados convertían a Armero en una zona más productiva para el desarrollo agrícola, o si, por lo contrario, estaba “vetada” para los cultivos.

Según el documento, para entender los suelos de Armero primero fue necesario elaborar una revisión histórica del municipio, que arrojó como resultado principal que el municipio no solo está compuesto por los lodos de la avalancha del 13 de noviembre de 1985, sino por material volcánico de erupciones de años atrás.

La tesis cita que todo este lodo volcánico aportado a través de los años se consolidó en una mezcla benéfica para los suelos en el mediano y largo plazos por el aporte apreciable de nutrientes.

Sin embargo, a su vez este lodo ha aportado a Armero características químicas que limitan su producción agrícola, como la acidez extrema, factor que está ligado al alto porcentaje de azufre con el que cuentan estos suelos.

El azufre de Armero ha causado que los suelos sean muy compactados, al contar con baja retención de humedad, inestabilidad y erosión; además de bajas concentraciones de carbón orgánico.

Juan Antonio Nieto Escalante, director General del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, explicó que los suelos de Armero, a pesar de ser productivos, deben ser manejados de una forma especial, debido a las características físicas y químicas de los lodos que lo conforman.

“Además, definitivamente los asentamientos humanos en esta zona se deben descartar de por vida, dado que es un área de alto riesgo, que cuenta con historial de eventos repetitivos en el tiempo y con consecuencias nefastas”, aseveró el directivo.

En otros de los resultados de esta tesis se indica que los suelos de Armero continúan siendo inestructurales e inestables, lo cual ha conducido a que se presente compactación. La mayoría de unidades de suelo evaluadas presentaron un movimiento de agua más restringido con una infiltración lenta.

Los contenidos de azufre han disminuido un poco, debido al lavado continuo para los cultivos de arroz; mientras que el fósforo y el carbón orgánico han aumentado (aunque sus niveles siguen siendo bajos generalmente).

“Armero siempre ha sido un territorio agrícola, primero con los cultivos de algodón y ahora con el arroz. Sin embargo, estos terrenos conformados por lodos desde la época de 1500 se deben manejar de forma especial. Por ejemplo, se debe operar adecuadamente la cantidad y la forma de aplicación del agua para riego en las etapas de siembra a germinación del arroz, para evitar la pérdida de suelo por escorrentía”, apuntó Nieto Escalante.

El Director del IGAC recomendó como práctica conveniente en los terrenos agrícolas de Armero la adición de materia orgánica en forma de compost, gallinaza, residuos de cosecha o haciendo uso de abonos verdes.

“Ya que permite un mejor agrupamiento de las partículas del suelo y una mejor circulación del agua y el aire. Es importante replantear cómo se están haciendo los cultivos en Armero, y minimizar al máximo las pérdidas por erosión, reducir la compactación y permitir el desarrollo estructural”, complementó.

Una zona de avalanchas

Una tragedia anunciada. Así es definida hoy en día la avalancha que el 13 de noviembre de 1985 borró del mapa a Armero, cuando en horas de la noche la furia del volcán Nevado del Ruiz desembocó un río de lodo, rocas y árboles que cobró la vida de algo más de 25 mil personas.

Primero fue “cantada” por los constantes sismos que sacudieron el norte del Tolima desde el 22 de diciembre de 1984, por la emisión de material volcánico del cráter Arenas el 11 de septiembre de 1985 y por la constante lluvia de hollín y ceniza que preocupaba a sus habitantes; hechos que fueron ignorados por la Nación.

Posteriormente se divulgó información sobre pasadas avalanchas, que parecían la trilogía de una película en la cual el protagonista era el volcán Nevado del Ruiz.

En 1625, basado en testimonios y documentos antiguos, el clérigo español Fray Pedro Simón describió el evento del 12 de marzo de 1595, que afectó el Ruiz y el valle del río Lagunilla.

El clérigo afirmó que se generaron explosiones laterales por debajo de la nieve, que se escucharon en Mariquita. Además, que está erupción consistió en flujos de lodo y escombros que bajaron por los ríos Gualí y Lagunilla, que arrastraron grandes peñascos de mayor tamaño que los de 1985, lo que indica que en 1595 el evento fue superior.

La segunda avalancha catastrófica sucedió en febrero de 1845, 250 años después. Según el coronel Joaquín Acosta, el fuerte ruido subterráneo fue escuchado desde Ambalema hasta Méndez. Luego de un temblor de tierra, vino la avalancha que arrasó árboles, casas, personas y animales.

El flujo de lodo se dividió en dos ramas: una que represó el río Sabandija, causando alarma en Guayabal, y la otra siguió el cauce de los ríos Viejo y Lagunilla.

En esta ocasión se detectó la presencia de grandes bloques de hielo en la parte cubierta por el lodo, en un área entre el río Sabandija, Armero y el río Magdalena. Los materiales presentaban temperaturas tan bajas que varias personas murieron por congelación.

Este evento es catalogado como la mayor catástrofe por avenidas de lodo en la historia colombiana, ya que afectó 12 mil hectáreas (zona cuatro veces mayor a la de 1985), con una avalancha de cinco a seis metros de alto y más de 300 millones de metros cúbicos (la de hace 30 años fue de 80 millones).

Tras 139 años de aparente calma, el 22 de diciembre de 1984 ocurrieron varios sismos locales, acompañados por ruidos subterráneos y una actividad fumarólica con alta precipitación de azufre sobre la nieve.

Estos fenómenos siguieron con menor intensidad hasta el 11 de septiembre de 1985, cuando se produjo una emisión de material volcánico acompañado de una tempestad sobre el cráter Arenas.

Los sismos y la densa lluvia de ceniza continuaron con altibajos hasta la catástrofe del 13 de noviembre, cuando una actividad eruptiva afectó los glaciares y causó el deshielo de grandes masas de nieve.

Esto desencadenó los flujos de lodo por los ríos Lagunilla, Azufrado, Gualí y Molinos y la quebrada Nereidas, ocasionando la destrucción de Armero y de algunos barrios de Chinchiná.

El río de lodo y escombros que borró del mapa a Armero estaba compuesto por una combinación de agua y materiales de diferentes fuentes.

La parte líquida eran aguas de los sistemas de drenaje Lagunilla y Azufrado y el gran volumen de agua lluvia precipitada con el evento volcánico. La parte sólida, que se mezcló con la líquida, estaba compuesta por material geológico de los ríos, piroclastos, bombas, lapilli y cenizas, material vegetal y suelos desprendidos por la violencia de la energía.

Credito
CON INFORMACIÓN DEL INSTITUTO GEOGRÁFICO AGUSTÍN CODAZZI

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