El periódico apunta a nuevos horizontes y objetivos para seguir siendo el diario de los tolimenses, ahora bajo la batuta del señor gerente Miguel Ángel Villarraga que imprime un nuevo ritmo al trabajo de estos primeros 20 años.
Ahora sí. “La corte desconoció aspectos fundamentales del derecho internacional”. “El fallo es injusto con la soberanía y defensa de la plataforma marina que ha ejercido Colombia en el último siglo”, esas son más o menos las afirmaciones que en la última semana hemos escuchado del equipo negociador de Colombia ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya, de Julio Londoño, de Guillermo Fernández de Soto, la canciller Ángela Holguín y todos los demás.
El Presidente de nuestra república lo hace, los sanandresanos, los congresistas, ciudadanos del común, líderes de opinión, consideran que la corte se equivocó y fue tremendamente injusta.
Sin embargo, parece existir un virus maligno entre el alto gobierno, las cabezas actuales de los organismos de control y fiscalización frente a que no se puede hacer nada para defender lo que es nuestro, marítimamente hablando. ¡por Dios! el acabose total.
Se expresan estos personajes como si les importara un bledo perder 75 mil o cien mil kilómetros cuadrados en el mar, unos los oye, los ve, los lee y parece que estuvieran hablando de ceder dos pequeños metros de la cada de ellos.
Parecen que ese virus de letargo, de temor absoluto, de quedémonos callados y salgamos rapidito del Caribe como perro con el hocico partido y el rabo entre las piernas. Ese es un mensaje demoledor para un país de parte de sus autoridades y para la comunidad internacional; porque es una invitación casi abierta a que vengan por lo que queda de Colombia ya no solo en el mar sino también por tierra. Hay hacer vacunar a nuestros dirigentes contra ese virus.
Si un fallo es injusto, desconoció aspectos importantes, no fue equitativo, no beneficio sino a una de las partes, pues lo correcto y lógico, de sentido común, es que no se acate, que no se cumpla.
Que no se puede hacer nada diferente porque se rompe con la tradición colombiana de respetar los acuerdos internacionales, de la solidez de sus instituciones, de como la ven desde el concierto internacional, de su democracia ejemplo y un poco de cháchara filosófica poco real. Hay momentos en la historia que hay que romper con lo que ha sido la línea de conducta. En este caso, el asegurar la plataforma económica marina con sus recursos pesqueros, de hidrocarburos, de biosfera y todo lo demás.
No acatar el fallo es un acto de responsabilidad y grandeza no con nosotros mismos, sino con los colombianos que aún no están, no han nacido o están muy pequeños para poder defender el territorio nacional y la soberanía. Eso es indiscutible.
Ahora y de manera apresurada pareciera que hay un sector social, incluidos algunos del gobierno, impulsando un terror mediático sobre que no acatar el fallo es el acabose internacional del país, que lo van a sancionar, a multar, que lo tratarán como un paria.
Mentira, eso no ha ocurrido en la historia de los fallos sobre límites y fronteras –hay que consultar, consulten los invito. Se pedirá al consejo de la seguridad de la ONU que haga algo y allí no habrá nunca consenso porque están entre otros EE.UU. y China, que adivinen, desconocen esa jurisdicción.
Lástima que sea la figura cada vez más desgastada y divisora de la unidad nacional que hoy requerimos, la del expresidente Álvaro Uribe, la que haya tomado esas banderas de la razón, de la lógica, del sentido común, de la justicia, de la defensa de la soberanía colombiana.
Mi hija de nueve años no lo podría haber explicado mejor la razón de no acatar: “Papi o sea que es como si dijeran que el Guamo le pertenece al Huila ahora, pero la carretera y toda la tierra alrededor es del Tolima ¿y ellos cómo harían para llegar?”. Y tiene nueve años.
Antes que nada permítanme felicitar a todo el cuerpo de directivos, trabajadores, periodistas y socios de EL NUEVO DÍA en sus 20 años de labores.
Credito
NELSON GERMÁN SÁNCHEZ PÉREZ –GERSAN-
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