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Con la intención de terminar con el que, con razón, se consideraba asfixiante bipartidismo, los constituyentes, quizás sin proponérselo, acabaron con los partidos. Cabría decir que las dos fuerzas políticas predominantes –M-19 y Salvación Nacional, nombre nuevo para el Alvarismo–, prácticamente no resistieron una elección para desaparecer. Por otras razones, hoy el liberalismo no tiene la fuerza que por años tuvo en la nación.
Recién expedida la Constitución del 91 llegamos a más de setenta ‘partidos’, pues bastaba con una curul en el Congreso para tener derecho a uno. Las posteriores reformas “políticas” que, como dijo mi profesor Jaime Castro, “no han servido para mejorar la política”, depuraron un poco la lista. A pesar de eso, hoy tenemos ‘partidos’ que salvo excepciones son solo cascarones vacíos de ideología y organización.
En efecto, según la MOE, hoy, con personería jurídica existen estos 28 ‘partidos’: Partido Liberal Colombiano, Partido Conservador Colombiano, Partido Cambio Radical, Partido Alianza Verde, Movimiento Autoridades Indígenas de Colombia ‘AICO’, Partido Alianza Social, Partido Político Mira, Partido de la Unión por la Gente, ‘Partido de la U’; Partido Polo Democrático, Partido Unión Patriótica ‘UP’, Partido Centro Democrático, Movimiento Alternativo Indígena Social ‘MAIS’, Partido Comunes, Partido Colombia Justa Libres, Partido Colombia Renaciente, Movimiento Alianza Democrática Amplia, Partido Político Dignidad, Movimiento Político Colombia Humana, Partido Nuevo Liberalismo, Movimiento de Salvación Nacional, Partido Verde Oxígeno, Partido Comunista Colombiano, Partido Liga Gobernantes Anticorrupción, Partido Demócrata Colombiano, Partido Ecologista Colombiano, Partido Político La Fuerza de la Paz, Partido Político en Marcha y Partido Político Fuerza Ciudadana.
Si a eso agregamos, que solo en los dos últimos años –sin que se diera ninguna movilización real– fueron reconocidos doce supuestos nuevos partidos de los anteriormente mencionados, tenemos la prueba contundente de que lo que ha habido es una feria de personerías desprovistas de contenido político real.
Y ello sin contar las más extrañas siglas que se fueron quedando en el camino como ‘Primero Colombia’, ‘Colombia siempre’ ‘Soy Porque Somos’, de Francia Márquez, ‘Estamos Listas’, de la meritoria dirigente Ángela María Robledo, y hasta ‘Tu’ del excomisionado Miguel Ceballos.
Estuve de acuerdo con que se le restableciera la personería a partidos como la Unión Patriótica y el Nuevo Liberalismo, al primero por el reconocido genocidio del que fue víctima, y el segundo, por la influencia del narcotráfico en el asesinato de su líder Luis Carlos Galán. Lo mismo podría decirse de la Colombia Humana que había sacado ocho millones de votos sin reconocimiento de personería jurídica.
En realidad lo que ha ocurrido es que Colombia tuvo partidos de verdad –Liberal, Conservador, Anapo, Comunista, MRL, Nuevo Liberalismo– cuando eran realidades sociológicas y políticas sin reglamentación legal. Pero hoy, con dos o tres excepciones, no tenemos partidos sino “entelequias jurídicas”.
Se buscan ficticias personerías con doble propósito: obtener financiación estatal para partidos inexistentes, y licencia para expedir ‘avales’, lo que permite manipular la política y en ocasiones hasta exigir dinero. Y aquí aparece otra de las ‘creaciones’ de la Carta del 91: El Consejo Nacional Electoral cuyos miembros fungen como magistrados –sin serlo–, pues son elegidos como cuotas políticas. Es un organismo que crea o ‘resucita’ partidos sin contenido real: otra tarea pendiente.
Fácil sería adelantar investigación para detectar quién está detrás de todas o casi todas esas ficciones: un antiguo ministro, un senador, un representante, un cacique o uno que otro investigado.
La verdadera reforma política está por hacerse: acabar con este circo electoral y político y enseriar la política.
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