Empleabilidad: un indicador de calidad universitaria

Alfonso Reyes Alvarado

La ceremonia de grado suele entenderse como un rito social de iniciación que marca el comienzo de la vida profesional. El diploma certifica que quien lo obtuvo adquirió las competencias necesarias para desempeñarse adecuadamente en el mercado laboral.
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Es un momento de celebración, especialmente para aquellas familias de bajos recursos económicos que ven en sus hijos profesionales la posibilidad de un futuro más promisorio. Una buena educación superior promueve la movilidad social y es una manera de romper el círculo vicioso de la pobreza, por ello es tan importante facilitar el acceso al sistema educativo a todos aquellos que deseen superarse.

Pero desde la perspectiva de las universidades, la ceremonia de grados no debe verse como el momento en que termina su responsabilidad con el estudiante, su familia y la sociedad. Cada vez es más común, de acuerdo con cifras recientes del Dane, el caso de jóvenes profesionales que están desempleados. Por esa razón, la empleabilidad debería ser uno de los indicadores de calidad de la educación superior. En otras palabras, una universidad de alta calidad debería comprometerse a que sus egresados se vinculen prontamente al mundo laboral o que desarrollen las habilidades requeridas para crear empresa y generar nuevas fuentes de trabajo. 

Esta promesa requiere diseñar y ofrecer programas que respondan a las necesidades que se avizoran en una visión de largo alcance de la región. Las universidades no pueden responder a necesidades inmediatas puesto que los estudiantes tardan cinco años (y a veces más) en graduarse. Por ello es necesario que la Visión Tolima 2050 sea respetada por sucesivos gobiernos, para que la inversión privada en la creación de empresas pueda alinearse con la formación del talento humano en las próximas décadas. 

El activo más importante de las universidades es su capacidad para resolver problemas de diferente nivel de complejidad. Las empresas (y las entidades públicas), por su parte, enfrentan problemas todo el tiempo, pero no tienen los recursos ni el tiempo para resolverlos. ¿Por qué no articulamos los problemas de estas con la capacidad de resolverlos de aquellas, en lugar de que los profesores inventen problemas o los tomen de libros de texto o de estudios de caso de otras latitudes? 

Con la tecnología actual es fácil construir un portal en el que las empresas (públicas y privadas) puedan registrar los problemas más acuciantes que dificultan su labor, para que los estudiantes y profesores de todas las universidades locales puedan seleccionar los que les interesa y comprometerse a brindar soluciones ingeniosas. Esta articulación sería beneficiosa para todos: por una parte, los jóvenes podrían relacionar la teoría aprendida con una aplicación concreta. Al mismo tiempo, las entidades se beneficiarían de las soluciones que los jóvenes planteen al final de cada semestre. 

Construir esta relación de confianza entre el sector productivo y el sector educativo mejoraría la pertinencia de los programas académicos, sería fuente de ingreso de los jóvenes mientras están estudiando, al ser contratados por las empresas temporalmente para poner en práctica las soluciones que desarrollaron, y pavimentaría el camino para una futura vinculación laboral. 

ALFONSO REYES ALVARADO

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