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Nos gobiernan desde el autismo.
Mandatarios que viven en un universo paralelo, desconectados de la realidad, del momento, solo se diferencian de los pacientes en algo: hasta tanto lo certifique la ciencia médica, no merecen ninguna consideración.
Las justificaciones de una pandemia inesperada que limita el ejercicio del gobierno no puede ser el escudo para tratar de evadir la probada incompetencia de un político como Andrés Fabián Hurtado quien 10 meses después de iniciada la emergencia sanitaria no controla ni sus propios pensamientos.
Sus apariciones en medios, sus trinos y mensajes solo develan una figura desprovista de autoridad, de liderazgo, en un estado de confusión contagioso entre quienes le rodean que debería alarmarnos.
No se trata de una persecución política o de intereses electorales, los hechos hablan por sí solos. Hoy no se sabe si en Ibagué gobierna el Ministro de Salud, Fenalco que formula propuestas de medidas para sobrellevar la crisis o el Gobernador del Tolima a quien tienen que consultarle las determinaciones que como mandatario local debería estar en capacidad de adoptar.
El Alcalde de Ibagué, ejerce como notario, firmando incontables decretos en los que la única directriz posible es el confinamiento de los ciudadanos, con un detalle más: se trata de medidas a destiempo, carentes de planeación que permitan a los ciudadanos el abastecimiento oportuno como para asegurar la finalidad última: la permanencia continua en casa.
Es una realidad, el Covid-19 cambió las agendas públicas, los planes y programas de Gobierno y es tiempo de asumirlo. Todos quisiéramos ver materializadas las grandes obras viales o los modernos escenarios deportivos en funcionamiento, pero en el corto plazo la prioridad y todos los esfuerzos deben encaminarse a proteger vidas a garantizar la salud y reducir hasta donde es posible el impacto de las medidas restrictivas, cuando se hacen necesarias.
Lo que es inadmisible es pensar en mantener confinados a los ciudadanos sin trazar políticas sociales o de asistencia humanitaria para los más necesitados, mantener cerrados los establecimientos de comercio a costa de la pérdida de puestos de trabajo (25 mil solo en el sector comercio, según el Dane) y en su lugar sostener la tesis absurda, según la cual no se puede ampliar la capacidad hospitalaria porque más camas de cuidados intensivos traduce mayor indisciplina social.
Es inexorable contar con un administrador que logre comprender que como ciudadanos preferiríamos tener ventiladores, medicamentos o profesionales de la salud combatiendo la pandemia y no que nuestros recursos se despilfarren en camionetas de varios cientos de millones de pesos algo que claramente no resulta una prioridad.
Pareciera una historia macondiana, pero mientras presumimos la suntuosidad de un vehículo para la gerencia del Instituto Municipal de Deportes, los atletas migran hacia otros departamentos forzados por la necesidad y el acceso a espacios para entrenar.
No se compadece de la asfixia social de muchos el que se insista en adquirir caprichosamente un tablero electrónico para el estadio Murillo Toro pensando en un torneo aplazado, que ni siquiera tenemos certeza si se desarrollará o todavía peor que después de 18 años, en el peor momento, se ambiente un nuevo contrato de prestación de servicios desde el Ibal, detrás del cual podrían estar legalizando modificaciones tarifarias.
Mientras tanto, se preguntan desde el Concejo de la ciudad, cuántos equipos médicos se han adquirido con el presupuesto de los ibaguereños, diferente a las donaciones hechas desde el sector privado y las concesiones otorgadas por el Gobierno nacional.
Aunque los reyes magos llegaron hace rato, un buen regalo para el ingeniero Hurtado sin duda, sería una versión reciente del Diccionario de la Real Academia de la Lengua, con un separador especial en las letras A y S que le permitan identificar rápidamente dos conceptos: Austeridad para que apropie y comprenda su significado y sensatez para que la debacle que de por sí ha causado el Covid-19 no se potencie mientras juega a ser Alcalde.
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