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Según lo confiesa en sus propios versos, nació el mismo día que Emily Dickinson, -un 10 de diciembre, pero casi dos siglos después- y como Emily en Estados Unidos, hace revolución poética en Colombia. También me recuerda un poco a la española Irene Vallejo, quien escribe hermosamente poesía en prosa y, apostando al rescate de las palabras, les encuentra, como María, una especie de nueva dimensión espiritual.
La poesía es un ámbito en el cual caben todas las emociones, todas las reflexiones, todas las intuiciones y la que escribe María Gómez gira en torno a palabras a las cuales les imprime un “contratono” que les otorga un nuevo lugar: luego las enriquece con nominaciones mágicas como “palabras número”, “palabras tiempo”, “palabras piel”.
Este es el título del más reciente libro de María: “Palabras Piel”. Fue publicado por Frailejón Editores, una especie de empresa espiritual a través de la cual el escritor Iván Hernández Arbeláez ofrece poesía en libros hechos a mano, a la manera en que se hacían los libros antiguos. Ciertamente, Frailejón Editores no hace libros, hace artesanía. Desde ese punto de vista los libros de Frailejón parecen poemas.
Al escribir esta nota me encontré con un texto del venezolano Néstor Mendoza, para quien “el decir de María Gómez Lara es terso, líquido, con vocación de cascada”. En efecto, así está escrito “Palabras Piel”, sin prisa, sin pausa, con talento, con alma. No hay camino, pero como en el verso de Machado, María lo hace al andar: Lo construye con un sendero de palabras, con palabras que le llegan solas, sin necesidad de empujarlas y, desde la infinitud de su espíritu, terminan casi tatuadas en la piel de su cuerpo. Son palabras piel.
En los años cuarenta, mientras estudiaba en Zipaquirá, Gabo escribió unos versos bajo un llamativo epígrafe: “Llueve en este poema”. Aquel fue, a mi juicio, un logro estético del futuro Nobel, a pesar de que él mismo lo descalificó diciendo que esos versos no le habían salido del alma. Los de María Gómez Lara no solo salen de su alma, sino que encienden el alma del lector. En sus versos no hay lluvia: Hay fuego. Pero es un fuego que no quema. Ilumina el espíritu, señala destinos, restaña cicatrices. Es un fuego para la vida. De hecho, María dice no olvidar cómo era cuando se parecía al fuego. Todavía se parece.
Las Palabras Piel de María están contenidas en las páginas de un libro que es algo así como un Libro-Espíritu: Frailejón Editores solo pública poesía de selección. Un libro de hermosos poemas que, a la vez, es una hermosa obra artesanal constituye una pieza única y también una respuesta única para el espíritu. No dudo que María Gómez e Iván Hernández saben eso y, por lo mismo, unieron sus voluntades para hacer evidente la simbiosis que hay entre unas palabras piel y unos libros alma. Y para cerrar, quiero decirlo sin dubitaciones: La poeta y el editor nacieron en Bogotá, pero son tolimenses.
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