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Otros no tendré tiempo de leerlos y ellos sabrán perdonar la finitud del tiempo que nos cobija, también en épocas de pandemia.
Y me he sorprendido, porque casi había olvidado un pequeño libro, refundido en la columna de libros por leer encima de la mesa, más otro arrume encima de un asiento. Y este descubrimiento me hizo sentir ingrato y despreciable, no sé si perverso, ya que me precio de estar pendiente de mis contemporáneos y de compartir sus éxitos y fracasos.
El pequeño libro se titula “Historias de salón” y me lo obsequió su autor, Fernando Cely Herrán, el año anterior, en una de sus visitas a Ibagué, aquella vez con motivo de la celebración de los cincuenta años de la aparición de mi primera novela, “La solterona”, acto realizado en la Biblioteca Darío Echandía.
Su lectura me trajo el recuerdo de otro libro, también pequeño e intenso, titulado “Caspas”, de Joaquín Peña Gutiérrez, porque también refiere situaciones de la vida estudiantil, y está orientado a la lectura en establecimientos educativos, docentes y estudiantes, sin que por eso deje de ser interesante para cualquier lector.
Me maravillaron las veinte anécdotas referidas por Fernando porque, quizás, mi vinculación con ellas fue directa, mi identificación fue total. Con su lectura sus personajes me hicieron viajar a mi vida estudiantil, revivir la atmósfera de los salones de clase y todo lo que conlleva estar matriculado en un establecimiento educativo, en mi caso la recordada Normal Superior de Varones de Pitalito, y en el de Fernando su experiencia como profesor durante treinta años en Bogotá.
El anecdotario contempla pilatunas y acciones propias de la impetuosidad de la juventud, renueva los primeros amores y visibiliza el maltrato, no siempre inocente, que los más fuertes practicaban con los débiles, como ha sucedió siempre en la historia de escolarización en el mundo. Lo que hoy se conoce como “bullying” ha existido siempre sólo que hoy en las leyes se contemplan normas para combatir este flagelo de intolerancia y se establecen castigos para quienes lo cometan.
En lenguaje claro y directo, la narración fluida y sin ambiciones estilísticas, hacen del anecdotario un libro de agradable lectura, que transporta a la niñez al lector y a rememorar con algo de nostalgia sus propias anécdotas estudiantiles. Este es otro de sus méritos como, quizás, alcanzar uno de sus objetivos.
“Historias de salón”, de Fernando Cely Herrán, publicado por Editorial Atenea, es un hermoso aporte a la lectura y a la educación en Colombia.
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