¿Y los artistas qué?

Benhur Sánchez Suárez

Se ha dicho a lo largo de los tiempos que el arte es la conciencia de la sociedad. De él depende su bienestar social y su equilibrio emocional. Tamaña responsabilidad, que no solo las autoridades culturales parecen desconocer, ha sido tomada a la ligera. Escudados en conceptos de plusvalías, que con las diversas actividades humanas los mantiene vivos, administran presupuestos suficientes hasta para robar.
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Pueblo indolente. No les importa si un vestido está bien diseñado, si un grupo de músicos estrena una nueva composición (que no sea la parafernalia de lo insulso que produce dinero, deterioro en la capacidad estética de la población, y vicios), que un pintor o escultor haya hecho su obra maestra -cada día hacen la suya sin que sean reconocidos-; que el cuentero haya inventado otra forma de narrar su historia o el teatrero haya perseverado semanas preparando su acto más honesto, o el bailarín haya ensayado hasta la saciedad el paso que recuerda la identidad del hombre.

¿No le importa a la sociedad? Ellos no le producen altas sumas en el banco. Forman ciudadanos conscientes y serenos. Pero eso no le interesa a la sociedad. Prefieren ignorarlos, combatirlos, perseguirlos y hasta desaparecerlos.

Y para muestra, este período de cuarentena. Las autoridades, los industriales, los empresarios no se han detenido a pensar que los artistas viven de su trabajo, de la venta diaria de sus productos intelectuales. Ellos no son solo para tomarse fotos y aparecer en los medios o pedirles sus obras regaladas.

Ninguno parece saber que los artistas languidecen hoy en el encierro, sin recursos, sin contratos para subsistir, sin posibilidades de alimentar el espíritu.

Se desalientan con los trapos rojos colgados en sus ventanas. Algunos salen a los balcones a amenizar el día con sus violines o guitarras, y esa tranquilidad que va en las notas atenúa el desespero del confinamiento y la ansiedad producida por el hambre.

Otros hacen lecturas desde sus ventanas. Ni el uno ni el otro reciben pago pero demuestran que son esenciales para la vida de la sociedad.

Es claro que los artistas no necesitan limosnas. Necesitan oportunidades para existir como cualquier profesional. Y esas oportunidades sólo las pueden facilitar los gobiernos y los dueños de los medios productivos.

Así como la educación ha recurrido a la tecnología, ¿por qué los artistas no se programan para que transmitan desde sus casas sus creatividades en teatro, cuentería, títeres, lecturas, música? ¿No

sería acaso posible contratarlos para transmitir por los canales locales sus obras? Sería una forma de apoyarlos para que tengan recursos y puedan sobrellevar la cuarentena. Y estudiar la posibilidad de institucionalizar estos sistemas.

Hay que fortalecer el arte antes que dejar morir por inanición nuestra fortaleza intelectual y espiritual.

BENHUR SÁNCHEZ SUÁREZ

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