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Uno de sus valores principales es la unidad, porque el libro, compuesto por ciento quince poemas, es un todo armónico.
Sus cuatro partes (1, La mujer del fuego; 2, La mujer del agua; 3, La mujer del aire; y, 4, La mujer de la tierra) aluden a los cuatro elementos sagrados y articulan el pensamiento de la mujer como ordenador de la vida. Las partes 3 y 4 están subdivididas a su vez en títulos que contienen entre 4 y 8 poemas cada uno.
El otro valor fundamental es su lenguaje, el juego fulgurante de las palabras que no sólo permiten el viaje por la voz, sino el encuentro con un universo de imágenes añoradas, atesoradas a lo largo de los siglos. Y cada lector lo acomodará a su experiencia literaria.
El poeta nos ha desnudado el alma de una mujer y el poemario es su confesión, sus sueños, su historia, que nos remonta a reminiscencias de la Grecia antigua, parajes misteriosos de la India, pero, al mismo tiempo, la experiencia gozosa del Caribe. Si ahí el lector vislumbra el Partenón o a Circe, también sentirán la compañía de las mariamulatas y del Magdalena. Para algunos serán las murallas de Cartagena, para otros la fortaleza que sueña todo ser humano.
Las sensaciones y conocimientos, la historia y las emociones, están expresadas desde el interior de la mujer, de tal suerte que se conjugan evocaciones y revelaciones: “Soy hija del milagro de la noche/ y en su sombra irradian mis palabras”(p. 20).
Del capítulo 3, que está subdividido en partes, veamos el titulado “El sueño del arco Iris” y su poemas IV: La balada del arco iris no está en el pentagrama, / y fue escrita por uno de los colores ausentes, / un color apócrifo que atormentó la mente de Dalí, / también la inocencia de muchos pájaros, / y cuenta la historia del concilio donde se escogieron / sus colores, / igual que los evangelios y los salmos de la Biblia” (p. 146).
Del su capítulo 4, bajo el título de “Las huellas del animal amarillo” sentimos su regreso al Caribe:
“I La ciénaga grande se abre como una palabra / y amanece; la ciénaga se cierra con el parpadeo / de Dios: anochece; / entre esos dos movimientos / corre por los silencios de sus manglares / un verso jamás leído, / donde las manos del desierto bautizan / a la Mohana” (p. 179).
En el libro el lector descubrirá sentencias como esta: “La soledad de los hombres es demasiado grande para una sola vida” (p. 97). Un libro para gozar la vida.
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