Cortina de humo

Camilo Ernesto Ossa Bocanegra

El miedo y la ira se han convertido en estrategias de manipulación político-electoral muy poderosas (cuestionables también, por supuesto) llevando al elector, a las urnas, bajo estos supuestos emocionales. Se avecina un nuevo proceso electoral territorial, bajo un clima de polarización en el que, pareciera ser que prima, por ahora, adoptar una posición, por parte de algunos candidatos(as) a la Alcaldía de Ibagué (de oposición), frente al Gobierno Nacional, más que el modelo de ciudad que se visione para lograr desarrollo. Desacertado.
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Una ciudad, con los problemas que tiene Ibagué, acentuados en la actual administración, debe estar enfocada en cómo resolverlos y la elección de alcalde y concejales, principalmente, son la oportunidad de iniciar el camino a la transformación, abordando el problema desde la complejidad que representa proponer alternativas que superen el atraso en el que se encuentra la ciudad, de manera profunda, más que la disyuntiva partidista o ideológica, la ciudad requiere una propuesta disruptiva (ejecutable) que establezca engranajes de transformación en el tiempo, esto es, llegar a un buen puerto (desarrollo).

En reiterados espacios de opinión he manifestado que el principal problema que enfrenta la ciudad, es uno de contenido económico (inversión, empleo y oportunidades en resumen), sin desconocer que hay muchos más, algunos son causa de estos, pero que, en definitiva, la nuez está en mejorar la calidad de vida de los ibaguereños y garantizar las condiciones para desarrollar un proyecto de vida a nuestros jóvenes. El diagnostico es importante para plantear las soluciones, entender el por qué Ibagué decrece, en contraposición a otras ciudades de Colombia. 30 años atrás, aproximadamente, se empieza a sentir el desorden territorial que venía dejando huella y, hasta ahora, aflora la falta de gobernanza de quienes dirigen la ciudad (la ampliación del perímetro urbano con los Juegos Nacionales de 1970 en la que no se estableció un modelo de desarrollo territorial), reducción del crecimiento y la baja inversión (la tragedia de Armero de 1985 da lugar a exenciones tributarias para empresas que se establecieran en la ciudad, que no pudimos darle continuidad y permanencia).

La ausencia de un modelo de ordenamiento territorial definido (que aleja la inversión), ha implicado también, desatender un crecimiento poblacional que se ha dado, principalmente, en las comunas 7, parte de la 8, 9, 12 y 13, con una planificación preocupada en ese entonces, en esencia, por las vías –acceso- (que hoy son un una barrera al desarrollo, porque el mal estado de la malla vial es un componente determinante en la movilidad, la accidentalidad y la productividad de la ciudad. Afecta, aunque en distinto grado, al transportador, el peatón, el empresario y trabajador), dejando, en un segundo plano, el agua y la garantía de servicios públicos, lo que hoy día afecta a las comunidades y es un componente esencial de la competitividad (dejemos algo claro, el desarrollo económico va de la mano del desarrollo territorial). Hay que ordenar la casa.

Ser productivos y competitivos, incluye, por lo menos, tres componentes fundamentales, adicionales al ordenamiento territorial; por un lado, modificar al Estatuto Tributario del municipio y generar los incentivos correctos para la inversión y la generación de empleos; por el otro, el desarrollo rural del municipio para estimular procesos agroalimentarios y las cadenas productivas y, por último, como he venido insistiendo a lo largo de este año, lograr una concentración de todas las empresas descentralizadas por servicios del orden municipal en un conglomerado público económico que coloque al municipio a producir y nos prepare para competir.

Los y las continuistas locales nos venderán miedo o ira (es la cortina de humo para distraernos del caos en la ciudad), pero tenemos que elegir, con serenidad, la modernidad para resolver lo fundamental.

CAMILO ERNESTO OSSA B.

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