La discusión internacional sobre la legalización del consumo de marihuana ha permitido consolidar líneas de investigación sobre el uso medicinal del cannabis a la vez que legislar sobre el cultivo, fabricación, investigación, comercialización e incluso exportación del cannabis con propósitos medicinales.
Ya no es como antes que las famosas pomadas de marihuana y los otros productos derivados llegaban al centro del país de forma intermitente, muy pausada y a altos precios desde el Putumayo, el Cauca y la Sierra Nevada de Santa Marta, debido a que eran incautadas en las carreteras por la Policía nacional. Ahora hay compañías autorizadas en Colombia para fabricar derivados del cannabis con fines médicos y científicos, lo que les permite, dependiendo del permiso solicitado, fabricar, investigar, comercializar, distribuir y hasta exportar los productos.
Todas estas empresas están conformadas en Colombia a pesar que la mayoría cuenta con capital extranjero. Soportadas en la Ley 1787 o también conocida como la Ley Galán, las primeras en obtener esta licencia fueron las empresas Medcann Colombia, Med Colombia, Cannabis Medical Group, Colombian Organics, Camecol y Khiron, seguidas de Cannalivio, Pideka, Ecomedics, Econnabis, Cannavida y Pharmacielo.
Medcann, que fue la primera empresa en obtener el aval por el Ministerio de Justicia y del Derecho y el Ministerio de Salud y Protección Social, está desarrollando un cultivo inicial de cannabis psicoactiva y no psicoactiva en una finca de 10 hectáreas ubicada en el municipio de Fuente de Oro (Meta), donde además tendrá un centro de propagación y desarrollo genético, una planta de procesamiento, los laboratorios respectivos y su centro de I+D agronómico; es decir, un proceso asumido con toda la seriedad del caso.
En la misma lógica están las once empresas restantes, lo que augura el desarrollo de una industria nacional prometedora no sólo desde el punto de vista comercial sino también -y enhorabuena-, académico-científico; al menos así lo asume la Universidad de Antioquia quienes en alianza con la Gobernación de ese Departamento, están en proceso de crear “Cannabis Medicinal”, la primera empresa pública colombiana dedicada al cultivo, estudio, transformación y comercialización de cannabis con fines medicinales, iniciativa de suma importancia, pues, es perentoria la necesidad que la academia se involucre más en los programas de salud pública, sobre todo en lo que tiene que ver con sustancias psicoactivas y farmacodependencia.
Ahora bien, el experimento de la incursión de lo público en este tipo de procesos será un verdadero aprendizaje, máxime cuando es en estos momentos que la Gobernación de Antioquia está atravesando una crisis de credibilidad en la opinión pública desde donde se le reclama más cumplimiento y menores promesas; de ajustarse este aspecto, se podría estar hablando de un ingreso jugoso al Departamento y a la Universidad por concepto de este producto medicinal.
En todo caso, evocando unas declaraciones del Ministro Alejandro Gaviria en el 2016, en las que decía que Colombia podría perfectamente ser muy competitiva en este mercado emergente de productos de marihuana medicinal, creo que es un momento muy importante para que las universidades –hablo de aquellas que tienen programas académicos sobre sustancias psicoactivas, farmacodependencia, y cultura y drogas- activen su participación política y dinamicen su aporte académico-investigativo a las decisiones públicas que sobre la materia comenzaron a tomarse en el país.
federic.cj@gmail.com
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