(Reflexiones sobre mi intervención en una de las comunas más vulnerables de la ciudad).
No puedo negar que este mundo de la vulnerabilidad es exótico en tanto desconocido para nuestro nivel de vida, es magnífico para los registros audiovisuales, literarios y gráficos, pero con claridad hay que decir que no es una mercancía.
En los últimos meses han aparecido por lo menos 10 personas con intenciones de hacer documentales sobre la comuna donde he venido desarrollando procesos de mitigación y reducción del daño con población consumidora de sustancias psicoactivas.
He discutido –y lo hago aún- a cerca de este tema con los muchachos con quienes he trabajado. Les digo que como líderes de su comunidad no pueden permitir que se convierta en una mercancía a la que muchos quieren acceder ofreciéndoles $5.000 o $10.000 pesos o como ocurrió alguna vez, dándoles incluso droga a cambio de dejarse grabar para un documental.
Está muy bien que quienes vamos a ellos, en muchos de los casos, queramos transmitir a otros un mensaje de reflexión sobre los riesgos del consumo de sustancias psicoactivas pero tal vez caigamos en un amarillismo peligroso. No se trata de “Rosario Tijeras”, de “Sin tetas no hay paraíso”, de “Rodrigo D’ no futuro”, o de la “Vendedora de rosas”, esto no es una película, no es una ficción, esto trata de seres humanos que son víctimas de un sistema y que requieren de una mirada diferente a la de “drogadictos” o “enfermos”.
Sólo quien está allí se da cuenta de las circunstancias que rodean estos contextos en los que muy pocas veces uno identifica en su población rasgos de dignidad. Es que, es gente que se siente a la izquierda del cero a la izquierda, que en muchos casos tienen resentimiento por el abandono estatal, que se sienten objetos, números usados por las instituciones.
Por eso la farmacodependencia en estos entornos no debe mirarse como un problema social de unos cuantos que están en la línea de la pobreza, sino como un fenómeno en términos sociales y culturales, es decir, no debe estorbarnos como problema que requiere de una pronta solución para seguir rápidamente con otro y despejar una lista que preocupa, sino que debe involucrarnos con la razón y con la emoción puesto que como fenómeno pertenece a nuestra cultura, es resultado de nuestra ingenuidad pero también de nuestra negligencia, hemos llegado allí como sociedad y nos determina indefectiblemente. De lo contrario seguiremos dando tumbos en las políticas, en las estrategias, en los procesos.
Me preocupa igualmente el punto de vista de quien llega a estos sectores con intenciones de desarrollar un trabajo como en el caso que les comparto comprando gente con dinero o con drogas. Parecemos drogados socialmente y creo que en parte se debe a que desde lo institucional no estamos organizados para atender este tipo de pretensiones. Me refiero a que las más de 100 organizaciones gubernamentales y no gubernamentales que conviven en esta comuna no tienen una visión compartida de su trabajo social y entonces integralmente no abordan las necesidades de este contexto y mucho menos las posibles soluciones.
Quien llega a la comuna no siente que llega a un proceso, mucho menos a hacer parte de alguno, porque no se siente el trabajo interinstitucional. En fin. Los invito a que revisemos este tema -insisto- no como problema sino como fenómeno que es; tal vez lleguemos a darnos cuenta que las humanidad llega más allá de lo que hasta el momento hemos creído.
federic.cj@gmail.com
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