Los desmanes de la conquista, con abusos de autoridad, violencia contra los indígenas y los esclavizados de raza negra, la rapiña para apoderarse del oro y otros recursos naturales, se hicieron constantes en la gestión de quienes estaban investidos de algún mandato.
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La violencia está entre lo más sórdido del legado español. La ejercieron muchas veces con sevicia los conquistadores y después servidores autoritarios en la etapa colonial. La finalidad era someter por la fuerza a los indígenas para apoderarse de sus bienes y del oro. Después la rebatiña del poder enfrentó a quienes hacían parte de la cúpula en el territorio colonizado. Era una lucha con matices políticos, condimentada de codicia. Sus episodios eran recurrentes.
El reparto de la propiedad de la tierra fue una operación de inspiración feudal, lo cual impuso las condiciones favorables a los gamonales que le apostaron al latifundismo. Ese monopolio es de tal profundidad que no se ha podido romper y la población campesina ha tenido que cargar con la pobreza como fardo inevitable. No se ha consolidado una reforma agraria que rompa ese círculo de exclusión. Es una deuda que no admite más plazos, porque contraría derechos de reconocimiento universal.
La misma solución del conflicto armado en el país impone eliminar el feudalismo en la tenencia de la tierra en Colombia. Y está contemplado en el acuerdo con las Farc a que se llegó en el mandato de Juan Manuel Santos. Lo contempla también la Paz total del presidente Gustavo Petro.
En el legado español no es ajeno el mal de la corrupción. No faltaron entre conquistadores y servidores de la administración colonial el manejo ilícito de los recursos o los vicios de degradación en que se incurría como práctica del poder para enriquecimiento ilícito, mientras la población sufría acumuladas necesidades insatisfechas.
Los españoles de la conquista y la colonia dejaron el tejido de la sociedad de clases con imposición de las discriminaciones, el esclavismo y el autoritarismo.
Muchos de los problemas de hoy son herencia del pasado imperial con que fue dominada Colombia.
Los gobernantes de la nueva etapa, a partir de la creación institucional de la república, han dejado intacta la herencia española. Los gobiernos liberales que buscaron romper ese nudo no alcanzaron a construir un cambio sostenible. Eso explica la desigualdad predominante y, en general, las malas condiciones de vida en que está la mayoría de la población colombiana.
El conflicto armado, al cual se suman otras violencias es una muestra de la gravedad de los males nacionales, con los demás desvíos que inundan al país.
Por eso debe consolidarse el proceso de cambios propuesto por el nuevo gobierno. Para lo cual hay que exigir aciertos y constancia.
Puntada
A las elecciones de octubre no se debe llegar a ciegas. Por eso hay que promover debates en que participen quienes aspiran a la Alcaldía de Cúcuta, que son más de 20.
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