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Todo ello, primorosamente iluminado por titilantes luces multicolores “made in China” que adornan árboles de navidad ídem y artesanales réplicas del pesebre de Belén con vaca y burro incluidos, afortunadamente ya sin el consabido musgo, o regordetes “Santa Claus” en medio de exóticos parajes cubiertos de nieve como la que no cae aquí entre nos y a bordo de trineos tirados por renos, mismos que debieran saltar y corretear por nuestros campos y veredas, como no hace mucho lo hacían los guerrilleros.
Y ni que decir en las calles y centros comerciales, donde todos: pobres, menos pobres, ricos, más ricos, hombres y mujeres, grandes o chicos, en actitud sonriente y de manera generosa intercambian aguardando los dos metros de distancia de precaución del contagio del “coronavirus”, y provistos aún de tapabocas, amables saludos y expresiones de paz con todo aquel que se cruza en su camino, conocido o no, frente a lo cual, cualquier desprevenido visitante espectador, debe pensar que de la faz de este convulso país, desaparecieron como por encanto y por fin, el narcotráfico, el dolor, el odio, la agresión y la violencia y se impuso la “paz total”.
Son casi treinta días en los que al parecer se estuviera utilizando la utilería de una comedia para ocultar la cotidiana tragedia que sin solución de continuidad discurre en esta Colombia inmortal, la cual se puede develar sin mayor esfuerzo, si se mira de manera detallada y cuidadosa, que bajo el engañoso ropaje de los besos, cálidos saludos, sonrisas, lucerío y regalos varios, perviven todas las formas de agresión y de delitos que merecidamente nos han llevado a ganar el título de uno de los países más violentos del globo terráqueo.
Así que fechas como ésta, que para el resto de la humanidad constituyen un sinónimo de armonía y comprensión, de verdad verdad debemos hacerlas propicias para demandar con fuerte acento para los actores de la barbarie y la crueldad, un real castigo al narcotráfico y al terrorismo con sus secuelas de muerte, destrucción, miseria, dolor y llanto.
Menos teatro, promeseros discursos, música y libaciones, y más tolerancia, comprensión y amor sinceros, es lo que requerimos a ver si en un cercano futuro sí podamos llegar a tener una navidad realmente pacífica y feliz.
¡ Feliz navidad !
¡Hagamos región y apoyemos lo nuestro!
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