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Bloqueos, vehículos incendiados y ataques con armas de largo alcance, que llegaron incluso hasta el aeropuerto de la ciudad así como a una base militar del Ejército mexicano, como retaliación al accionar de las autoridades de ese país para amedrentar a la población civil, dejando un saldo de 29 muertos entre agentes oficiales e integrantes del Cartel de Sinaloa, con escenas más parecidas a la cinematografía de las exitosas ‘narcoseries’, son espejo de una realidad que en Colombia no ha cesado.
Del enfrentamiento entre los carteles de la droga así como la guerra declarada al orden institucional, hace más de tres décadas, que nos colgó la etiqueta de ‘narcoestado’ o país inviable, pasamos luego a una confluencia de fuerzas violentas de todo tipo, permeadas por esa empresa multicrimen del narcotráfico que apenas, en la comodidad de nuestras ciudades, alcanzamos a comprender.
Arrebatarles a los grupos armados ilegales un negocio lucrativo por medio del establecimiento de diálogos pareciera una quimera ante las numerosas variables que se cruzan en territorios de Arauca, Nariño, Norte de Santander, Caquetá, Putumayo, Cauca y Antioquia, lugares en donde estas bandas han concentrado su accionar, lo que plantea al Estado una delicada operación de altísima complejidad.
Cualquier error, por minúsculo que sea, puede echar al traste un cese multilateral al fuego, difícil de entender en su definición porque las acciones de las Fuerzas Armadas para contrarrestar este delito no cesarán, lo que pone en el filo de la navaja el anhelo de estos territorios por abrazar un espacio de tranquilidad.
Arrebatarles a los grupos armados ilegales un negocio lucrativo por medio del establecimiento de diálogos pareciera una quimera - Luis Fernando Rueda.
Comunicador Social - @lurueviv
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