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En la era de los fake-news es muy fácil convertir un hecho aislado -como por ejemplo un tachón en un formato electoral, o una persona que vota dos veces- en una supuesta tendencia generalizada y sistemática. De eso se alimenta el fraudismo: de convertir errores o casos aislados en fraudes nacionales, intencionados y orquestados por las mismas instituciones del estado.
El lenguaje del fraudismo también es muy contagioso. Si bien siempre ha habido voces aisladas que en elecciones hablaban de fraude, es después de que Trump desconociera los resultados de las elecciones en 2020 que el fraudismo se generalizó. Trump en tanto presidente de la principal potencia mundial habilitó la reproducción de este discurso a nivel global. A partir de ese momento, en casi todas las elecciones reñidas del continente el perdedor ha apelado a esta narrativa. En Perú los seguidores de Keiko Fujimori denunciaron con argumentos ridículos el triunfo de Castillo.
Algunas de las “pruebas” para demostrar el fraude era que por Castillo había votado todo el mundo en las mesas de ciertos puestos electorales en la sierra peruana, como si ese resultado no fuera perfectamente factible. En las recientes elecciones de Brasil, Bolsonaro también acudió al mismo argumento, a pesar de que no haya evidencia de irregularidades que sumen el número de votos que Bolsonaro habría necesitado para ganar.
En Colombia también tuvimos nuestra propia dosis de fraudismo en las elecciones parlamentarias de 2022 con un agravante: en este caso sí hubo irregularidades preocupantes en el conteo de los votos de los candidatos de listas cerradas y especialmente del Pacto Histórico por el diseño de los tarjetones. La diferencia entre preconteo y escrutinio fue enorme por cuenta de la estrategia que tenía lista la gente del pacto para imputar los resultados en las mesas en donde ellos esperaban recibir más votos, según las tendencias de las elecciones anteriores.
Y todo esto apunta a que cuando recorren los vientos del fraudismo no es posible cometer errores que produzcan desconfianza como los cometidos por la Registraduría de Alexander Vega. Ojalá que en la jornada electoral de este año la Registraduría no cometa errores, y los políticos no desestimen sin pruebas los resultados electorales.
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