La reforma a la salud la tiene difícil

Columnista Invitado

Desde que apareció el articulado de la reforma a la salud hace dos semanas han llovido las críticas a la propuesta. Los cuestionamientos se han concentrado en cuatro frentes. Primero, que el tránsito de EPS a Centros de Atención Primaria (CAPS) será caótico y que no hay claridad sobre quién va a gestionar los servicios para los pacientes con enfermedades que superen el ámbito de la atención primaria.
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Segundo, que sin EPS para auditar facturas y gestionar el riesgo no hay incentivos para limitar el gasto sino lo contrario, lo que resultará en CAPS sin plata a mitad de año. Tercero, que la nueva institucionalidad propuesta entrega demasiados recursos a unos Fondos Regionales que fácilmente que serán cooptados por élites rentistas y corruptas. Y finalmente, que no se sabe cuánto costará la reforma ni tampoco si la plata estará disponible.

Y es que todos estos problemas ya se conocían, puesto que la reforma radicada es prácticamente igual a las propuestas que venían circulando desde hace meses. Eso demuestra que la Ministra Corcho no hizo mayor esfuerzo por llegar a consensos dentro y fuera de la coalición de gobierno antes de radicar la propuesta. En vez de hacer modificaciones y cesiones a cambio de ir sumando apoyos, la Ministra utilizó la coyuntura para mandar un mensaje de su pureza como activista. Esto podrá servirle para ganar aplausos entre otros activistas igual de convencidos, y prácticamente para nada más. Estar convencido de la superioridad moral de una propuesta no es una condición suficiente para adoptarla, ni aquí ni en ningún lugar del mundo.

Ya dentro del Congreso el juego no consiste en premiar al activismo más puro. Por el contrario, la Ministra olvida que los congresistas tienen mucho poder para cambiar todo el texto, si se les da la gana. En tanto la reforma se acumula con otras presentadas por otros sectores sociales y congresistas, los ponentes podrán sugerir un texto que puede ser tan parecido o tan distinto a la propuesta de Corcho como ellos quieran. Claramente un Ministro con un poco más de cancha en la política sabe que sin apoyo de los congresistas, sin socialización y concertación previa, las probabilidades de que el texto se adopte tal cual son microscópicas.

Si a todo esto se le suma que Roy Barreras ha mandado todas las señales posibles de su desacuerdo se puede entrever una bajísima probabilidad de éxito en la propuesta original. Falta ver entonces qué se va a inventar el congreso y como va a ser el copy paste entre propuestas muy disímiles. 

 

 

SILVIA OTERO BAHAMÓN

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