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El término fue acuñado por la doctora Laurie Mintz en 2017 para nombrar la inmensa diferencia entre el placer que reportan los hombres y las mujeres heterosexuales en sus relaciones sexuales.
Mientras el 92% de los hombres heterosexuales alcanzan el orgasmo en sus encuentros sexuales, solo el 25% de las mujeres heterosexuales dice lo mismo.
La buena noticia es que, como todas las brechas de género, esto no se debe a ninguna esencia o naturaleza femenina, sino a factores sociales que pueden cambiarse.
La prueba está en que el 86% de las mujeres lesbianas dice alcanzar el orgasmo siempre en sus relaciones sexuales.
Uno de los principales causantes de esta brecha del placer es el “coitocentrismo” del guion sexual heterosexual.
Es decir, la visión de una sexualidad centrada en la penetración vaginal y en enmarcar este acto como consumación de la relación erótica y principal fuente de placer para hombres y mujeres.
Este restringido enfoque tiene varios problemas. El principal, respecto al placer femenino, es que promueve una gran ignorancia sobre el clítoris, del que poco o nada se habla en las clases de educación sexual.
Sin embargo, la gran mayoría de mujeres reportan llegar al orgasmo cuando tienen mayor (o exclusiva) estimulación clitoriana.
¿Qué podemos hacer? Tres cosas para empezar:
Rompamos el silencio alrededor de la masturbación y el placer femeninos. Para llegar al orgasmo es fundamental que las mujeres conozcan su propio cuerpo y no tengan vergüenza de expresar su in/satisfacción a su pareja.
Aprendamos más sobre el clítoris. Con sus 8.000 terminaciones nerviosas, su única función es darnos placer. Entonces, ¿por qué no explorarlo más?
Más estimulación, menos penetración. La penetración puede ser muy placentera, pero si es el centro del acto sexual, muy pocas mujeres reportan llegar al orgasmo. En cambio, a mayor estimulación antes y durante esta, más y mejores orgasmos.
Les invito entonces a que sigamos cerrando todas las brechas de género, incluida la del placer.
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