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India votó hace dos semanas lo que se pensaba sería una victoria arrasadora de Modi. Se dio su reelección, sí, pero también la necesidad de coaliciones con la oposición, menos antimusulmanas, para gobernar con mayorías.
En España, el PSOE tuvo que amnistiar a los independentistas catalanes para sobrevivir en el gobierno, cuando halos de duda rodean a Pedro Sánchez y a su esposa.
Boric en Chile ha tenido que regañar a Venezuela y abrir el compás interno para encarar las amenazas que suponen la inmigración sin control y la inseguridad que trae la delincuencia organizada.
La nueva presidenta de México, Claudia Sheinbaum, científica elegida bajo la misma marca de AMLO, tiene síntomas de más apertura al diálogo doméstico y con los EEUU lo cual traerá un efecto positivo sobre la bien comportada macroeconomía.
Aquí hay asomos de que, si no es a la brava, las instituciones pueden funcionar.
El Canciller Murillo anuncia que no pedirá al sistema de Naciones Unidas concepto sobre los Acuerdos de Paz del 16, para soportar la convocación de una Constituyente. Después de la “interpretación con autoridad” que hiciera Juan Manuel Santos al decir que en ninguna parte se plasmó una autorización permanente de cambios constitucionales, la Cancillería de San Carlos entró bien en escena y despejó los exabruptos del fallido Leyva.
Ha recibido oprobios desde Venezuela, al haber expresado su preocupación por el opaco proceso electoral del vecino, respondiendo con carácter y profesionalismo: es buen piropo que desde el Socialismo del Siglo XXI tilden al ilustre afrocolombiano, Ministro de Relaciones Exteriores del gobierno Petro, como “esbirro de los Estados Unidos” y “agente de Biden”.
Murillo ha equilibrado un poco el silencio de Petro ante el terrorismo de Hamás y la ruptura con Israel, reemplazando el trino presidencial por la opinión más solemne y tranquila de la Cancillería. Ejemplos de que se puede ser progresista sin llevarse de banda el andamiaje, ni a los personajes y causas que han hecho la historia colombiana y mundial. La entrevista de Petro con Zelensky y la idea de comprar aviones de guerra a Suecia, miembro de la OTAN, van en esa dirección.
De otro lado, el ministro de Hacienda parece que acogió los mensajes de expertos, instituciones y mercados que le indicaron que los niveles de gasto público desde 2019, aún con la asfixiante reforma tributaria del 22, son insostenibles. Recortó erogaciones y compromisos, todavía no suficientemente, en más de US$5.000 millones este año para tratar de evitar un desastre de caja, con incumplimiento de obligaciones financieras y laborales. El recorte no ayuda a la reactivación, pero tal vez evite la moratoria. Contó además que la reforma pensional vale 35% más que el actual régimen. Decidió subir el ACPM de manera no generalizada, atacando una vena rota del fisco, pero ayudando a momificar la inflación.
Mientras tanto, desde Suecia y Suiza en plena última semana de la legislatura, nuestro presidente se opone a la aprobación de la reforma laboral, y ve cómo se le complican la ley de Jurisdicción Agraria y la de educación, ésta con paro del aliado FECODE; se aprobó, con amenaza, el nuevo techo de endeudamiento; se aplazó la reforma a la salud, ojalá para buscar consenso y reaccionar a los desistimientos de las EPS, asfixiadas por la falta de pago del gobierno. Ordena a control remoto y día de por medio una ofensiva militar contra las Disidencias.
Los chispazos no dan para esperar un cambio de rumbo. Son unos pocos cacahuetes para la audiencia, mientras las verdaderas calaveradas siguen sucediendo sin tregua, con un presidente ausente.
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