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En las polículas caben vínculos erótico-románticos actuales, exparejas con las que sigue habiendo relaciones de cariño e intimidad (que pueden o no ser sexuales) y amistades.
Esta propuesta es interesante porque los datos muestran que las familias y relaciones tradicionales (heterosexuales, supuestamente monógamas, etc) con frecuencia no son entornos de apoyo y bienestar para las mujeres, las personas LGBTIQ+ o las personas con discapacidad, entre otras.
Por ejemplo, el hogar suele ser el primer espacio de violencia y expulsión para las personas LGBTIQ+. Además, la literatura muestra concluyentemente que si la salud física y mental de los hombres empeora considerablemente al enviudar, lo contrario sucede para las viudas: después del primer año de perder a su cónyuge, su salud mental y física mejora.
Tal vez por eso, mientras que 61 % de los viudos se vuelve a casar o están en una relación seria dos años después de perder a su pareja, solo el 19 % de las viudas lo hace.
Las polículas plantean entonces una jerarquía relacional distinta donde la pareja no es la única ni más importante relación. Esto permite una expansión de nuestras redes de apoyo y cuidado y una manera distinta, mucho más horizontal, de distribuir nuestro tiempo y dinero, y de cuidar y ser cuidado.
Esto parece insignificante, pero, en sociedades donde se nos ha dicho hasta el cansancio que solo hay un tipo de relación digna de reconocimiento y respeto, pensar en otras formas de intimidad, apoyo y cuidado puede tener, como dice Luna Tobón Valencia, una amiga poliamorosa y según sus propias palabras, una “empedernida relacional”, “un efecto telúrico” al generar reflexiones profundas sobre cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. Y, quizás sobre todo, porque lo hacemos de esa manera y no de otras.
Así, les invito a que piensen cuál es su polícula y a que la nutran y expandan para vivir de maneras más cuidadoras y libres.
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