La indeseable confrontación

Columnista Invitado

La solución de los dos Estados es vista como una salida justa por la mayoría de países, los cuales reconocen los derechos y aspiraciones de un pueblo que, hasta el momento, no ha tenido quién vele por él con garantías reales. Apoyada por la comunidad internacional –alegan algunos– una solución biestatal podría contribuir a la estabilidad regional y ofrecer, finalmente, un camino espinoso pero cierto hacia la paz de los pueblos.
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En relación con el reconocimiento al Estado palestino hecho por España, Noruega e Irlanda, el filósofo y director del Doctorado en Derechos Humanos y Ciudadanía de la Universitat de Barcelona, Dr. Gonçal Mayos, advertía que allí puede estar la gota de agua –o de sangre– que, ahora sí, vierta todo el contenido fuera. 

En esa línea, el Dr. Mayos señalaba que la iniquidad de lo que ocurre en Palestina es insostenible, tanto éticamente como por sus enormes consecuencias geopolíticas. La solución de los dos Estados, en ese sentido, únicamente funcionará si las partes renuncian a los impulsos «cainíticos» a los que se ha venido apelando hasta el momento. Y es que, no en vano, la situación es tan compleja que sólo asumiendo el más elemental instinto de supervivencia los involucrados van a poder vivir en paz. De otra forma, lo que tendríamos a continuación no sería solo la lucha a muerte de dos pueblos sino la guerra total entre dos Estados.

El problema, agregaba Mayos, es que el belicismo de figuras como la de Netanyahu implican una autodestrucción interna y una preparación psicológica que aún no comprendemos completamente pero que pasa por la deshumanización radical del enemigo juntamente con la destrucción de la humanidad en uno mismo. Para mantener esta visión –continuaba Mayos– el propio grupo debe purgar a los «indiferentes» y «disidentes», a los «tibios» y «dudosos», radicalizando los afectos de su población con métodos lentos pero seguros.

Mayos, asimismo, insistía en que la ultrarradicalización de Netanyahu desafía significativamente al sistema de gobernanza internacional, evidenciando la debilidad inherente a dicho sistema. Por este motivo, Naciones Unidas y la Unión Europea estarían enfrentando una creciente presión interna y externa para demostrar una capacidad de incidencia verdadera. O en caso contrario, reconocía Mayos, se verían obligados a aceptar su fracaso y plantearse profundas reformas.

El panorama inquieta. Sumado a las tensiones alrededor de la isla de Taiwán y la guerra de Ucrania, la carnicería de Palestina nos acerca un paso más a una indeseable confrontación global. Por eso, concluía Mayos, reflexionar sobre la guerra y, aún más, sobre cómo evitarla, vuelven a ser tareas impostergables del derecho, la filosofía, y todas las demás disciplinas del siglo XXI.

 

Simón José Ortiz

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