Colombia: país “agri – cola”

Agrícola es un adjetivo de tipo calificativo, que se usa comúnmente para denominar a todas aquellas cosas, actividades o circunstancias que tengan que ver con la actividad de cultivar y de cosechar materias primas que puedan ser luego utilizadas por el ser humano como alimento u otros fines.

Proviene de la palabra agricultura, que significa arte de cultivar y trabajar la tierra, el cual, constituye una de las actividades más importantes para la subsistencia y supervivencia humana. A su vez, el término agricultor, es utilizado para referirse a aquella persona que labra o cultiva la tierra.

Estos conceptos de agricultura, agrícola, agricultor, resultan de obligatorio conocimiento en nuestro país, partiendo de la indiscutible premisa que Colombia es esencialmente agrícola, siendo esta actividad la industria más común y generalizada dentro del territorio, representando el más importante renglón de la economía interna y de los productos de exportación que salen hacia los mercados internacionales.


Gracias a la topografía y características geográficas  del territorio nacional colombiano y los múltiples climas que generosamente la naturaleza nos ofrece, la infinidad y variedad de productos es inigualable al nivel mundial: café, algodón, arroz, banano, plátano, tabaco, caña de azúcar, tabaco, maíz, fríjol, papa, yuca, cacao, alverja, soya, maní, coco, ajonjolí, trigo, cebada, curuba, guanábana, tomate, fresa, granadilla, papaya, mora, melón, maracuyá, naranja, mandarina, guayaba, borojó, mango y un sinnúmero de legumbres, frutas, tubérculos, flores y muchos otros productos más, que no alcanzarían las líneas de esta columna para mencionarlos. Y qué decir de la ganadería y la cría de animales domésticos, que constituye, después de la agricultura, el segundo mayor recurso natural de los colombianos.


Pese a lo anterior, hoy la agricultura pareciera estar en el último lugar de importancia para el Gobierno nacional, o, coloquialmente, en la “cola“, mucho después de otras actividades económicas más “rentables” por la cantidades de miles de millones de dólares involucrados, como son la minería, los hidrocarburos y sus derivados y aquellas relacionadas con el sector energético.


Es un hecho que este olvido y rezago en el apoyo y respaldo del sector agrícola va de la mano de esa peligrosa y mortal reconversión de los usos de suelo que históricamente han sido destinados a la agricultura pero que hoy se han entregado a merced de grandes multinacionales, caracterizadas por su voraz apetito depredador de los recursos naturales y el ambiente.


Siento dolor de patria ver cómo a pesar de que el café es el producto agrícola más importante de Colombia y que mayor reconocimiento internacional ha traído a nuestro país, haciéndolo figurar como uno de los mayores productores en el mundo, ocupando el primer lugar por su suavidad y aroma, hoy los caficultores, en justo paro indefinido, son víctimas no solo del olvido del Estado, sino de los atropellos de algunos miembros de la fuerza pública, la humillación de quienes injustamente, por cuenta de unos pocos, los tildan de guerrilleros, terroristas, vándalos y de un gremio respecto del cual hoy no sienten que represente sus intereses.

La situación se torna aún más tensa, luego del amago de levantamiento del paro anunciado en días pasados por el Gobierno nacional y la Federación Nacional de Cafeteros, pero deslegitimado por los representantes de los campesinos que participan de estas protestas, razón por la cual para el Presidente Santos ahora es “injusto” e “innecesario”. Mientras estas arbitrariedades suceden, se aúnan esfuerzos con el Congreso de la República para ampliar la mesa de diálogos con quienes por más de 50 años han hecho la guerra, y se disminuye el ímpetu para concertar con quienes toda una vida han trabajado por la paz, cultivando con amor y esmero nuestra tierra.

Credito
CAMILO DELGADO HERRERA

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