El que esté pensando que por una ley o un decreto ya se salvó el sector textil, está muy equivocado.
Si en algún departamento conocemos las dificultades que han venido padeciendo los textileros en Colombia, es en el Tolima.
Acá se generó un boom textil, desde la expedición de la famosa Ley Armero (Ley 44 de 1987) que en su momento generó unas condiciones favorables para la inversión privada en ciudades como Ibagué.
Sin embargo, las cosas fueron cambiando, y poco a poco se fueron quebrando empresas que nadie tenía en el radar que pudieran terminar así.
La situación afectó como es obvio, no solo a grandes y medianos empresarios, sino también a los trabajadores rasos, a las pequeñas empresas maquiladoras y en general a todos los eslabones de la cadena.
¿De quién fue la culpa? De la Nación, del Departamento, del Municipio, de los empresarios, de los tratados de comercio, de todos los anteriores. Quizá de ninguno. En fin, echar culpas es muy fácil, pero no soluciona el problema. Más aún, cuando la mayoría opta, como dice el adagio popular, ‘por buscar el muerto río arriba’.
Lo cierto es, que en medio de semejante crisis, es necesario hacer un reconocimiento en mayúsculas a los empresarios tolimenses, que durante los últimos veinte años no han bajado los brazos, han seguido luchando por sacar adelante el sector, le han puesto el pecho a la brisa y han intentado diferentes alternativas para no sucumbir.
Lamentablemente, uno de esos referentes no pudo más, y hace unas pocas semanas tuvo que hacer un doloroso anuncio: cerrar las puertas de su empresa. Doloroso para todos los que hemos acompañado esta lucha, los que nos la jugamos por incrementar los aranceles en el Plan Nacional de Desarrollo hasta el 37.9%. Doloroso para el mismo Presidente Duque, que hizo lo propio hace unos días mediante un decreto. Doloroso para todos los tolimenses que siempre vimos con admiración su tesón como empresario. Pero sobretodo, doloroso para los trabajadores de CP Company que infortunadamente entraron a hacer parte de los miles de compatriotas que hoy en día no tienen una fuente de ingresos.
Eso si, seguiremos buscando alternativas para rescatar el sector textil. La pelea no la podemos dar por perdida, y estoy seguro que esta misma posición la tenemos todos. Que demanden las normas, que pongan todos los palos en la rueda que quieran, pero que no crean que por eso vamos a botar la toalla. Nuestro compromiso sigue intacto.
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