Ante tanta indolencia y sordera del Estado trátese de Congreso, jueces y gobierno para cumplir con sus obligaciones y dar respuesta justa y oportuna a tantas necesidades insatisfechas de la inmensa mayoría de los ciudadanos de este país, concluimos que el único que nos puede escuchar es el Niño Dios. Es el único recurso que nos queda, y ahí va su carta con todo lo que le pedimos:
Tierra para los campesinos. Educación cultura y salud. Defensa del medio ambiente. No más evasión de impuestos. No más asesinatos de defensores de derechos humanos y de líderes campesinos que luchan por la restitución de las tierras. No más desprecio por los aborígenes, los afros y otras minorías. Control estricto a los extractivistas nacionales y extranjeros que se trastean lo que le corresponde al Estado. Freno al tráfico de influencias. Defensa real de la población infantil y de la mujer. Justicia social. Investigación por la impunidad de la Comisión de Acusaciones. Condena para los contratistas que han pagado sobornos y siguen tan campantes contratando en el país. Imponer la Ética en todas las actividades de sector oficial.
Investigación real de los falsos positivos y publicidad de sus resultados. Convertir en realidad la lucha contra el narcotráfico que controla la vida nacional. Cumplimiento de los acuerdos pactados en La Habana y toda la verdad sobre los beneficiados con la violencia. Hasta aquí la carta.
Todos estos temas, entre otros, deberían ser considerados por los aspirantes a corporaciones públicas y por los que no quieren botar su voto, porque como están las cosas hoy, el colombiano que le meta el dedo a la política corre el riesgo de que se lo roben, o por lo menos, lo saca untado de mierda.
El panorama mal pintado es el mismo, desde hace muchos años. Los mismos con las mismas, aunque ahora es más notoria la corrupción, la impunidad y el narcotráfico. Siguen las mismas familias repartiéndose el poder. Hijos, nietos y otros familiares sostenidos con el apellido o con prontuarios que ahora son premiados. Llegan al congreso a legislar a favor de sus intereses y no de los de los colombianos. Populistas y promeseros de medio pelo que se perpetúan en el poder gracias a la falta de conciencia de los electores para liberarse de las cadenas que los oprimen.
Ñapa: Llegó de otro departamento con juegos de azar y aspiraciones políticas oportunistas a nombre del Polo, que le dieron pocos votos, a pesar de los fletados de su equipo. Saltó a Bogotá, sin dejar Ibagué y tampoco dejó de ganar licitaciones de chance que le valieron el reconocimiento como “Mamá de Ibagué”, la gata y la garitera. Ahora, supuestamente como tolimense y liberal, va para el senado por el partido de López Pumarejo, Darío Echandía y Parga Cortés. Una muestra de la degradación a la que ha llegado el partido Liberal en el Tolima.
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