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Me contó en medio del agite, que una reconocida emisora transmitía en directo desde el puente de la variante un suicidio; el de una mujer con su pequeño hijo, ella apagó su radio, nosotros seguimos hablando y le dije: Mamá, uno es lo que come, uno es lo que escucha…esto lo tomé prestado precisamente de un comercial de radio hace muchos años, por demás, totalmente cierto en ese triste momento para el periodismo en Colombia. En su afán de cautivar unas audiencias cada vez más lejanas a la televisión, prensa o radio, y más cercanas al celular y las redes sociales, muchos periodistas han hecho de sus programas verdaderos rings parecidos a la UFC (en inglés) y literalmente, algunos han resucitado El Espacio: diario capitalino que muchos conocimos particularmente por sus portadas sangrientas. En este ejercicio de memoria, pasó por mi mente una entrevista que en W radio le hicieron al expresidente y senador Uribe, la periodista hizo una pregunta sobre el paquete de reformas que pretendía impulsar el Gobierno, una vez terminó de hablar, Uribe le preguntó si su nombre era Camila con el fin de responderle de manera respetuosa, cercana, de inmediato ella contestó con un tono desafiante: María Camila! Esto parece trivial y claro que lo es, pero no deja de llamar la atención en un oyente habitual de radio como yo. Algunos periodistas jóvenes han hecho del oficio, escenarios de agresión personal de acuerdo con sus intereses y no solo buscan audiencia basados en la irreverencia, yo diría grosería, sino además en preguntas tipo fiscal: diga si o no, desconociendo que no solo maltratan al entrevistado sino al oyente. Un par de semanas después del hecho que narro en esta famosa emisora, la misma periodista y al día siguiente en que el América de Cali se proclamara campeón del fútbol colombiano, exultada de alegría como lo manifestó al aire por ser hincha de ese equipo, y al responder la misma pregunta que le hizo Uribe sobre su nombre, en este caso formulada por el dueño del equipo de sus amores, ella le dijo: María C con un candor y dulzura también incómoda para el suscrito, quien de inmediato recordó el episodio reciente con el político de marras… ahí entendí cómo el periodismo colombiano transitaba por un camino difícil, un camino sin los gigantes que ya se han ido: Gossaín, Arismendy entre otros. Recordaba esto por los constantes episodios con que Vicky Dávila acostumbró a sus seguidores. En vísperas de la elección presidencial 2018, estaban invitados los candidatos a un debate (on air) al medio día con todo y su Facebook live que estaba a reventar, pasaron minutos y solo había llegado Fajardo, los demás no llegaban y la inmediatez de las redes le estaban pasando factura, ella no aguantó y soltó lo que sabía pero guardaba esperanza que no fuera cierto: y es que los otros candidatos se habían puesto de acuerdo para no asistir, solo Fajardo consideró que sí debía hacerlo. Vicky no soportó el estrés y desató su rabia al aire declarando que su voto sería por Fajardo, por ser único que atendió su invitación, solo por eso. Semanas después, ya con Duque como presidente electo, lo invitó como si nada, con toda su familia e incluso le pidió embolara unos zapatos de un asistente al evento sin mencionar para nada los comentarios que sobre él hizo por su inasistencia al debate citado. Luego vinieron episodios similares con Petro, rabia al aire exigiendo respeto en un monólogo aburridor. Otro más: el momento de pedir “al aire”, la camiseta amarilla de líder a Egan Bernal, recién ganó la vuelta a Francia, por supuesto el deportista le dijo “al aire” que no. Luego vino el espacio triste y, “al aire”: su pelea con Hassan Nassar y unas disculpas en su columna de Semana que no tuvieron nada de honestidad, menos de enmienda, pues terminó disparando hacia todos los lados y contra colegas suyos tratando incluso de imitadora a una de ellas, hoy esperamos en cada escrito o entrevista suya, un ataque teledirigido a quienes le han hecho pasar momentos incómodos “al aire”, ya lo veremos. Tengo un amigo periodista deportivo hace tiempo, buen tipo, el año pasado le pedí me ayudara a conseguir una camiseta de un ciclista o un futbolista autografiada, pues él conoce muchos de ellos y cubre grandes eventos a nivel mundial, su respuesta fue contundente: No! No se puede mezclar el oficio con la vanidad, y tiene toda la razón.
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