Y, no era para menos. Dicha contrarreforma, quiebra –esa sí ¡y de que manera!– la columna vertebral de la Constitución de 1991, no lesionada hasta ahora en su esencia, por las 35 reformas que lleva encima.
Observemos el caminar grotesco de algunos de esos simios, que despiertan sana ira ciudadana en su actual desfile por la pasarela legislativa:
1. Quitan a la Fiscalía la facultad para investigar a algunos aforados.
2. Altera el régimen de pérdida de investidura.
3. Suprime la transición para eliminar la Sala Administrativa del Consejo de la Judicatura.
4. Quita a la Sala Penal de la Corte Suprema los casos contra los congresistas y los entrega a dos nuevas salas inexistentes.
5. Cambia el sistema de investigación y de juicio para congresistas y altos funcionarios del Estado, dando competencia a una nueva sala de magistrados que aún no está creada, dejando en el aire gran cantidad de procesos contra funcionarios, investigados por fiscales delegados ante la Corte.
6. Borra varias de las causales de pérdida de investidura.
7. Establece cambios en el procedimiento que hacen imposible que un congresista sea castigado en el Consejo de Estado.
8. Incluye un parágrafo transitorio que, frente a la desaparición de la Sala Administrativa de la Judicatura, deja a su cargo “al actual director administrativo de la Rama Judicial”.
9. Atenta contra la autonomía judicial.
10. Desjudicializa y privatiza la justicia.
11. El arancel judicial acaba con la gratuidad de la justicia.
12. Consagra prebendas nada éticas a magistrados y funcionarios judiciales.
Con este desfile de bellezas legislativas, bien presentadas están las objeciones presidenciales para impedir la ceremonia de coronación final, en este particular reinado nacional de impunidad y corrupción.
Ojalá, dicho engendro constitucional tenga entierro de primera clase, con todos los rechazos y condenas acordes a un adefesio legislativo de tan abultada y perversa magnitud. Es lo menos que puede esperar la franja decente en el país.
El esperpento de reforma constitucional presentada a través de la mal llamada Reforma a la Justicia, originó -afortunadamente para beneficio de la democracia- la más airada indignación ciudadana que se haya registrado históricamente en Colombia contra la aprobación de un Acto Legislativo.
Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO
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