La ironía del Ministerio Público

La ironía es de por sí un tema difícil de manejar, en cuanto manejar bien el humor es por demás complicado. No sería descabellado afirmar que en Colombia, se ha perdido mucho del buen humor y de la fina ironía que por allá a mediados del siglo pasado se presentaba en agradables columnas de diarios nacionales y en pullas de reconocidos jefes políticos. Pero, en los últimos meses afortunadamente han

La ironía es de por sí un tema difícil de manejar, en cuanto manejar bien el humor es por demás complicado. No sería descabellado afirmar que en Colombia, se ha perdido mucho del buen humor y de la fina ironía que por allá a mediados del siglo pasado se presentaba en agradables columnas de diarios nacionales y en pullas de reconocidos jefes políticos. Pero, en los últimos meses afortunadamente han aparecido en el escenario nacional unas dos o tres de alguna calidad. Una de ellas por cuenta del Procurador General, con su célebre banderillazo a los columnistas contradictores de su talante inquisitorial cuando los ubicó en su oficio en medio de porro y porro y de pase y pase. Las respuestas al Procurador no estuvieron a la altura de la ironía inicial. Fueron respuestas serias y acartonadas, con un poquito de estilo, en el caso del periodista que sumó a los porros y pases, los coitos. Les faltó imaginación, genialidad y sobre todo humor. Es más, el jefe del Ministerio Público los arrinconó. Hasta tal punto, que varios de ellos, sin que nadie les preguntara, volvieron otra vez con la cansona confesión de haber fumado, y hacerlo de vez en cuando, marihuana.

La estocada final del Procurador la ejecutó hace poco cuando aclaró que al  hablar de porro y pases se refería a temas musicales. Dio sopa y seco en ironía, entendida ella desde tiempos de Schopenhauer como parte de lo cómico que oculta la burla tras la seriedad. Sin embargo, así haya ganado en ironía el Procurador no gana en legalidad ni legitimidad en el ejercicio de sus funciones. Quizás en el terreno de los columnistas, su más serio contradictor ha sido nuestro paisano y reconocido jurista Alfonso Gómez Méndez al evidenciar que el Procurador Ordóñez está asumiendo funciones imperiales que no son de su competencia, sino de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado. Así como están las cosas el Procurador Ordóñez está investido de poderes imperiales que jamás se vislumbraron como posibles en el horizonte teleológico de la constitución de 1991.

Pero como en la conocida fábula, al igual que el ratón viejo cabe preguntarnos: ¿Quién le pone el cascabel al gato? En este caso, ¿quién puede procurar que el Procurador no siga abusando del poder que tiene? Parece que sólo lo puede hacer la Corte Constitucional. Sin embargo, la demora en pronunciarse sobre el tema es desesperante. Tiene hace meses archivada la decisión en relación con una acción de tutela presentada por Piedad Córdoba. Ojalá conozcamos pronto el fallo constitucional, que ponga en orden las atribuciones de la Procuraduría General de la Nación, en concordancia con los ejes rectores de nuestra Carta. Irónico sería que la Corte Constitucional legitimara sus desmedidas atribuciones. Pero como decía Terencio, “nada de lo humano es extraño” y los magistrados de la Corte Constitucional son humanos. A veces, demasiado humanos. 

Credito
CAMILO A. GONZÁLEZ PACHECO

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