Daniel Samper Pizano en su reciente libro “Camas y famas” deleita a quienes gustan meterse en la vida de los demás, con jugosos y documentados relatos sobre los amores de algunos personajes ilustres, su vida en pareja, peripecias y las incidencias que tales ardores tuvieron en los acontecimientos históricos de sus respectivas naciones.
Por Colombia nos trae nada más y nada menos que a don Rafael Núñez, quien de ser un liberal radical, librepensador, defensor a ultranza de los derechos civiles y políticos, del libre comercio, de la separación de la Iglesia y el Estado, del federalismo, y en su calidad de Secretario del Tesoro del General Tomás Cipriano de Mosquera impulsor de la desamortización de bienes de manos muertas, esto es la expropiación de los bienes de la curia, y avanzar socialmente apostando por la modernidad y la tolerancia, de pronto pasó en espectacular salto mortal a abanderar el proyecto reaccionario de Regeneración, a suscribir una nueva Constitución y el Concordato de 1887 con la Santa Sede imprimiéndole al país un rumbo autoritario y clerical.
En efecto, en este Tratado se entregó a la Iglesia el control educativo, haciéndose obligatoria la enseñanza de la religión Católica en los planteles públicos, y pactó devolver los bienes expropiados, entre otros muchos aspectos.
Semejante voltereta (hoy transfuguismo) se debió en gran medida, a su enamoramiento por Soledad Román, con quien se casó por lo civil, dada la vigencia de su primer matrimonio religioso con María Dolores Gallego, razón por la cual la señora Román era despreciada por la sociedad entera, al ser la concubina o sea vivir en pecado con Núñez, a quien tampoco bajaban de bígamo y corrupto.
Y he ahí que este radical de antaño, por su amada, le concedió al Vaticano todo lo que pidió, viéndose recompensado con la orden Piana, que lo libraba de cualquier excomunión pena o censura, según nos lo cuenta graciosamente Samper. Así también, Doña Solita, pudo volver a misa de gallo sin causar escándalo y ser tomada del brazo por su ilustrísima el Arzobispo Primado.
Años después el Tuerto López, en el poema Fabulilla no citado por Samper, con aire piadoso propio de Viviane Morales, pinta el perfil de Núñez en vida y a la hora de la muerte:
“Y aquel gran tigre cebado/que con saña se comía/de noche y a pleno día/los burros de mi cercado/se murió…./ Todo el ganado/solípedo le temía cual teme la burguesía/la zarpa del potentado…./Tigre viejo, sabio y fuerte,/que a muchos asnos dio muerte/ y se murió como en broma,/para que más de un jumento/clamase con sentimiento/¡Murió como una paloma!
Las actuales similitudes históricas, son pura coincidencia.
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