Pasos de animal grande

Guillermo Pérez Flórez

Tenía dudas sobre escribir este artículo. La razón principal era sentir que ya lo había escrito, no una o dos sino cuatro, cinco o seis veces, y repetirse es desgastante, por decir lo menos. Sin embargo, un argumento me persuadió: el desempleo en abril fue el más alto de los últimos veinte años.
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Según el Dane, a consecuencia del confinamiento se han destruido 5.4 millones de empleos.

Que Ibagué sea la segunda ciudad del país con mayor desempleo – con una tasa del 25,1% - ya no es noticia. Nuestra capital ha estado entre los tres primeros lugares desde hace varios lustros. Es un problema estructural. El principal empleador es el Estado, pues la región no ha logrado construir un modelo de desarrollo territorial generador de empleo formal y riqueza. Tras la tragedia de Armero en 1985 se intentó un proyecto de industrialización que dio algunos frutos, pero al cabo de unos años esa apuesta marchitó y las cosas volvieron a su estado natural, aunque agravadas por la apertura económica puesta en marcha, que afectó principalmente al sector agropecuario, vital para el Tolima. El argumento de los neoliberales comandados por César Gaviria fue que se debían aprovechar los subsidios norteamericanos y europeos, y que en lugar de producir alimentos era mejor importarlos. Los resultados ya los conocemos: Colombia importa el 30% de los alimentos que consume.

¿Y qué pasó con los agricultores y campesinos? Casi nada. Abandonaron el campo y muchos de ellos se vinieron a los centros urbanos. ¿A hacer qué? Bueno, muchas cosas. Entre ellas vender chance, chorizos, empanadas, arepas, tamales y baratijas chinas en las calles. Esto explica un hecho económico y social deplorable: en la “capital musical” más de cien mil personas viven de la economía informal, casi sin ningún tipo de protección social. Una de las cosas que más me impactó cuando regresé a Ibagué fue la proliferación de iglesias en todos los barrios, la gente busca angustiosamente un milagro y tiene la necesidad de orar para ello.

El auge de la construcción de vivienda y de centros comerciales se tornó en una fuente de empleo importantísima durante los últimos años, sin embargo, la saturación de proyectos y la debilidad de la oferta de ciudad (radicarse en Ibagué para hacer qué), sumadas a la pandemia han hecho que el desempleo y la informalidad económica sean la nota predominante. ¿Qué vamos a hacer? Es la pregunta. El gobierno nacional ha resultado excesivamente conservador para tratar de contener los estragos sociales generados por la cuarentena. No lo digo yo, lo dicen voces tan ponderadas como las de Juan Camilo Restrepo y Juan Carlos Echeverry. Un exceso de ortodoxia e inmovilismo conceptual les impide pensar por fuera de la caja y actuar ya, con sentido de urgencia. Las consecuencias ya las hemos comenzado a ver, y las veremos con mayor intensidad en las próximas semanas. Ahora bien, al margen de la emergencia hay que pensar en una propuesta de desarrollo regional.

Se sienten pasos de animal grande, muy grande. Por favor, no esperemos milagros. Los dioses están muy ocupados, son muchas las almas que necesitan consuelo.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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