Globalización y des-globalización

Guillermo Pérez Flórez

La pandemia del Covid-19 puede generar situaciones casi impensables hace apenas tres meses.
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Una de ellas es des-globalizar la economía. La ola proteccionista que han venido impulsando Donald Trump y sus correligionarios podría recibir un fuerte impulso ahora. Conceptos denostados como el de ‘soberanía alimentaria’ van a ser muy populares, por diversas razones, entre ellas la necesidad de generar empleo que devuelva vitalidad a la economía. Ello, sin embargo, no significa que la vida también se des-globalice. No. Lo podemos comprobar con la solidaridad mundial que están recibiendo las marchas norteamericanas contra la brutalidad policial, a raíz del asesinato de George Floyd en Minneapolis.

El ministerio de Comercio, Industria y Turismo, en alianza con Propaís, ha puesto en marcha una campaña denominada, ‘Yo compro colombiano’, con la cual buscan incentivar el consumo de productos y servicios que integren mano de obra, servicios y producción en su mayoría colombiana. Es una apuesta taquillera, en estos momentos en que el desempleo amenaza con volverse una pandemia mucho más peligrosa que el propio coronavirus. Es tan efectista, que en un grupo de amigos, ante la preocupación por el desempleo en Ibagué, alguien propuso hacer una de tipo regional, “Yo compro tolimense”, y el maestro Darío Ortiz, de manera cáustica dijo: “¡Genial! Ahora solo nos faltan los productos”. Lapidario y dramático.

Sobre las tendencias des-globalizadoras de la economía hablamos con Carlos Gustavo Cano en una grata e interesante entrevista hace ya casi dos meses. Si tales tendencias se mantienen podrían conducirnos a la revisión de los tratados de libre comercio. Entonces, la producción de alimentos y la recuperación del sector agropecuario serían en una magnífica opción, pues necesitamos producir comida y generar empleo de manera urgente. Pero bueno, regresemos al punto inicial. La economía se puede des-globalizar, o al menos desacelerar su globalización, pero esto no va a suceder con otras cosas como la construcción de valores universales, por ejemplo, la defensa de la dignidad humana o de la naturaleza.

Las imágenes que nos llegaron de más de ciento cuarenta ciudades de EE.UU. tras el asesinato de Floyd, han tenido réplicas en otros países. Convocadas bajo el lema “No puedo respirar”, la frase pronunciada por éste antes de fallecer, se han realizado marchas de al racismo en Australia, Inglaterra, Francia o Canadá y otros países, desafiando la pandemia y las advertencias de los departamentos de sanidad. Qué conecta y moviliza a estos miles de personas de países tan diversos y distantes, si no los valores de dignidad humana y de justicia. Estos valores son una construcción que ha demandado años. Algo similar sucede con la protección de la naturaleza. La ecología ya no es cosa de fumados, cada vez existe mayor cantidad de personas dispuestas a encarar los destrozos ambientales del actual modelo económico. Estos valores constituyen activos intangibles de la humanidad.

Hay quienes sostienen que nada va a cambiar tras la pandemia, que todo seguirá igual. Yo lo dudo. Algunos cambios los veremos ahora, otros después. La historia no tiene fin, y esto hace muy interesante el momento actual. Vean cómo se revisan los dogmas.

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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