Recordando a Bizancio

Guillermo Pérez Flórez

En el siglo XV los otomanos tenían cercada a Constantinopla. Mientras tanto, sus habitantes, y particularmente sus líderes, discutían asuntos ‘trascendentales’ como cuál era el sexo de los ángeles. Ese episodio histórico que dio origen a la expresión, “discusión bizantina”, para significar con ello la inutilidad de un debate, ha venido a mi mente por estos días, al escuchar a muchos políticos, politólogos y periodistas hablar del ‘centro’, y hacer de esto la médula del debate político.
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Sinceramente creo que era más importante la discusión bizantina. El debate sobre el ‘centro’ me parece francamente hueco, baboso y misérrimo. Un país tan agobiado de problemas, con tantas amenazas, precariedades y urgencias, y sus “líderes” dedicados a analizar y escribir cientos de páginas en torno a si el centro existe, en dónde queda, quién es de centro y quién no, es patético. Sencillamente, absurdo. Bueno, no solo absurdo, más bien deprimente. Miles de personas tienen en este momento el agua al cuello, figurada y literalmente; están agobiadas por el agua y las deudas, se han quedado sin empleo, otras han tenido que cerrar sus empresas, retirar a sus hijos de las universidades y colegios, dejar de pagar la seguridad social, ponerse en manos de agiotistas porque los bancos no les prestan, entregar sus tarjetas de crédito (más de dos millones de tarjetas devueltas o canceladas), y mientras tanto sus líderes y formadores de opinión se devanan el cerebro discutiendo quién es y quién no es de ‘centro’. Ser de ‘centro’ se ha vuelto políticamente correcto. 

En realidad el ‘centro’ se ha convertido en una máscara para disimular la carencia de ideas y propuestas, para ocultar la incapacidad de identificar, encarar y resolver problemas concretos. ¿Cómo nos vamos a sacudir de ese cáncer que es la corrupción pública? ¿Cómo conseguir que el Estado funcione y garantice a los ciudadanos el ejercicio pleno de derechos fundamentales, como la salud, la educación y la vivienda? ¿Cómo garantizar que una persona pueda hablar por el celular en la calle sin correr el riesgo de que la maten por robárselo? ¿Cómo tener un sistema de justicia que opere de manera eficaz en todo el territorio nacional? ¿De qué forma encarar y derrotar a las bandas del narcotráfico y de la minería ilegal, que imponen su ley a sangre y fuego, en amplias franjas de territorio? ¿Cómo proteger a los campesinos de las contingencias climáticas y de las desviaciones del mercado?

Hay quienes sostienen que la alternativa es evitar que gane en el 22 la izquierda, porque corremos el riesgo de convertirnos en una segunda Venezuela, como si este país fuese Suiza. Y otros que, por el contrario, piensan que todo se solucionaría si ganara la ‘izquierda’. Esto no es más que pobreza política. El binomio derecha/izquierda es una concepción decimonónica absolutamente limitada para entender las complejidades del mundo contemporáneo. Colombia necesita respuestas concretas a los problemas concretos que tienen que enfrentarse todos los días los colombianos de a pie. Deng Xiaoping dijo alguna vez: “No importa que el gato sea blanco o negro, con tal de que cace ratones”. ¿Les quedará claro?

GUILLERMO PÉREZ FLÓREZ

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