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Sin proponérmelo, escuché el diálogo de un par de personas mayores que departían en una mesa vecina a la mía. “Colombia se está yendo al carajo (en realidad utilizó otra palabra, que ustedes podrán suponer), quiebra de miles de empresas, desempleo, y lo que es peor, el panorama no es halagador, si llega a ganar el tipejo ese”. Presté atención y me di cuenta de que se referían a Petro. “Así es”, repuso su interlocutor… “mire cómo amaneció el dólar, ya vamos a llegar a los cuatro mil, ¿se imagina a qué precio se pondrá si gana ese ‘señor’? Yo estoy alistando maletas para irme a vivir a Miami. Nunca había visto tan mal el país, esto se jodió”.
Me causó curiosidad el grado de pesimismo y desesperanza, así como la irritabilidad que se les notaba. Los dos coincidían en todo. Que el país atraviesa un momento crítico, que no ven futuro y una animadversión visceral hacia el líder de Colombia Humana. Me concentré en mi almuerzo, al terminar me despedí de la persona con quien compartí mesa y pasé a la peluquería, allí mismo. Cuando el cabello es escaso, no es conveniente ponerle la cabeza a cualquiera, y Viviana, la peluquera del club conoce su oficio, es una joven meritoria que estudia e intenta salir adelante a base de esfuerzo. Luego del saludo de rigor, sentado en la silla y ella con tijeras en la mano, me preguntó si yo me iba a quedar a vivir en Colombia o si regresaría a España. ¿Por qué me lo pregunta? “Es que quiero irme a trabajar allá y, con todo respeto, pensaba que usted podría ayudarme con una oferta de trabajo, aunque fuera para cumplir el requisito?” ¿Y por qué quiere irse? “Pues… la verdad estoy cansada de que aquí uno trabaja y trabaja y no ve los frutos, trabajamos solo para sobrevivir”.
Le dije que lo pensara, que vivir fuera del país no era tan fácil como se creía. Me contestó que hace tiempo viene pensándolo y que con su esposo habían acordado que se iría adelante el primero que tuviera la oportunidad. ¿Y su hijo? ¿Y su mamá? Podrían pasar años antes de volver a verlos… sinceramente, la invito a que madure la idea. “Ya lo hemos pensado. Mi hermano también quiere irse, y dice que si Petro no gana, se va”. Quedé atónito. Su relato era inverso al que había escuchado antes. Me quedé pensando en si ése es el destino de Colombia, si estamos condenados a vivir divididos y si somos incapaces de construir un país en el cual quepamos todos. Hay cinco millones de colombianos viviendo en el exterior, más del diez por ciento de la población. He estudiado el fenómeno migratorio desde hace varios años, creo conocerlo un poco y sé de sus luces y sombras. Está bien que la gente salga, estudie, trabaje y vuelva, y si quiere quedarse que lo haga, pero que sea una opción y no forzado por la necesidad. Colombia tiene que brindar oportunidades para todos, sin importar su condición social o el color político. Ningún país se ha hecho grande expulsando a su gente.
Hasta luego, Viviana. Consúltelo con la almohada. “Ya lo hice. No veo futuro, el año entrante me voy del país”. ¿Es esto normal? ¿Cuántos más se irán? ¿Qué opinan ustedes?
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