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Auschwitz comenzó como un centro de detención para presos políticos polacos cuando Alemania ocupó una parte del país. Luego llegaron a él alemanes disidentes, romaníes y judíos. En 1942 comenzó lo que el Tercer Reich denominó “la Solución Final”: exterminar a los judíos. Era un complejo de casi dos kilómetros cuadrados con diferentes campamentos, entre ellos el de Birkenau, donde estaban las cámaras de gas. Por el campo pasaron 1,3 millones de personas deportadas de Alemania y prisioneros de guerra; un millón de ellas nunca salió. A la llegada del ejército soviético aún quedaban 7.600 prisioneros. Hoy Auschwitz es un museo que cumple la función de mantener viva la memoria.
Este episodio debería servirnos para reflexionar acerca de lo que está sucediendo en Estados Unidos. Redadas en diferentes ciudades, arrestos en residencias, a la salida del trabajo, en parques públicos, en centros comerciales, etc. Estamos presenciando una auténtica cacería de inmigrantes, principalmente latinoamericanos. Los Ángeles, Nueva York, Houston, Chicago o Atlanta son algunas de las ciudades con mayor presencia de población indocumentada, porque sus administraciones tienen políticas más amigables con ella. En esas urbes, que se han autodenominado “santuarios”, el gobierno federal ha acentuado sus operaciones. Durante la primera semana del republicano se hicieron 3.500 arrestos. Ahora muchas personas temen salir, se encierran en sus casas e incluso se refugian en iglesias, pero ni allí están a salvo de Trump, quien aspira a deportar un millón de personas este año. Es difícil que lo consiga. De hecho, en esta primera semana se ha mostrado frustrado por los resultados, pese a la cantidad. Solo a México ya ha deportado 4.094.
Trump ha firmado una orden ejecutiva para tener en la Base Naval de Guantánamo un centro de detención de inmigrantes, considerados "delincuentes de alta prioridad". Para él, todos lo son, inclusive los niños, a juzgar por sus declaraciones sobre los colombianos que venían en los aviones militares que Petro se negó a recibir. Ha vuelto sinónimos inmigración y delincuencia. Esta base, en poder norteamericano desde 1902, inicialmente arrendada por dos mil dólares al año supuestamente para “proteger la estabilidad regional” y que se han negado a devolver, podría convertirse en un nuevo Auschwitz. El papel de Guantánamo cambió tras los atentados del 11 de septiembre de 2001, cuando George W. Bush instaló un “centro de detención para sospechosos de terrorismo”, al margen del sistema judicial, puesto que no es territorio estadounidense. Una burla legal. Allí llevaban personas que la CIA secuestraba en Europa para interrogarlas bajo tortura, privadas de los más elementales derechos humanos, entre ellos el derecho a la defensa. Obama y Biden quisieron cerrarlo y no pudieron. Tal es el poder del Pentágono.
Volvamos a Auschwitz. Su construcción comenzó en 1940 para alojar a los enemigos reales o presuntos de Alemania, representada por el régimen nazi. Esta locura desembocó en una guerra mundial en la que murieron entre 55 y 60 millones de personas. A eso llevó la xenofobia de Hitler. El mundo no debería olvidar esto jamás. Lo que está sucediendo en Estados Unidos es muy grave. Es inmoral y peligroso ignorarlo. Frente a ello, no cabe el silencio. Fue el silencio de la élite alemana lo que permitió la tragedia.
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