La despedida de Biden

Guillermo Pérez Flórez

El discurso del presidente Joe Biden, el pasado miércoles en el Despacho Oval de la Casa Blanca, es la confirmación oficial de la amenaza que se cierne sobre los ideales democráticos que han guiado al mundo occidental durante más de dos siglos.
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“Hoy se está configurando en Estados Unidos una oligarquía de extrema riqueza, poder e influencia que amenaza literalmente toda nuestra democracia, nuestros derechos y libertades básicas y una oportunidad justa para que todos salgan adelante”, afirmó.

Desde hace ya algunos años, diferentes analistas vienen alertando de este peligro. Con la primera presidencia de Donald Trump se generaron toda suerte de temores por su autoritarismo. Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, profesores de la Universidad de Harvard, escribieron un interesante libro: “Cómo mueren las democracias”, partiendo de una pregunta directa: “¿Está la democracia estadounidense en peligro?” Estos profesores llevan años investigando diferentes formas de autoritarismo, particularmente en la Europa de Mussolini y Hitler, que desembocó en la segunda guerra mundial, por el expansionismo alemán. También estudiaron casos latinoamericanos, desde el golpe militar a Salvador Allende hasta la llegada al poder de Hugo Chávez a través de las urnas. Lejos estaban de imaginar que años después tendrían que fijarse en su propio país. Ver la viga en el ojo propio.

Partían del supuesto de que las democracias pueden morir a manos de políticos demagogos o de militares. Era eso lo que enseñaba la historia. No existen precedentes contemporáneos de democracias destruidas a manos de ultrarricos interesados en derribar – porque les estorba - el Estado de derecho y todo el marco conceptual que le da sentido, como la democracia, la división de poderes, el control político y la soberanía. El peligro es que se instalen plutocracias (gobiernos de los ricos). A eso se refiere Biden en su discurso. En mi primer artículo de este año, ‘Los amos del mundo’, traté este asunto, a partir de resaltar el descomunal e inédito poder económico y político del señor Elon Musk, el principal financiador de la campaña de Trump (277 millones de dólares), y sus aliados. Musk se ha convertido también en un problema para varios países europeos. Ahora tiene como objetivo apoyar a ‘Alternativa para Alemania’ (AfD), un partido nazi, y desestabilizar al gobierno laborista en Reino Unido. Francia está a la cabeza de denunciar sus atropellos y ha exigido una acción contundente de la Unión Europea.

Biden ha esperado a estar próximo al retiro para hacer la denuncia. Ello confirma la limitada capacidad de maniobra que tienen hoy los presidentes para poner en cintura a los grandes y casi omnímodos conglomerados económicos, dueños de la matriz tecnológica y de los principales medios de comunicación. Se le estaba haciendo tarde. Pero como reza el adagio: “más vale tarde que nunca”. Algo similar a lo denunciado por el presidente Dwight D. Eisenhower en su discurso de despedida en 1961 cuando habló del complejo militar-industrial como amenaza. Ahora, a escuchar el discurso de posesión de Trump y mirar qué hará los siguientes cien días. Mañana comienza formalmente una época, Estados Unidos se convertirá en el principal laboratorio político del mundo, en donde se librará una batalla entre los ideales democráticos y un liderazgo populista, orientado a instalar en el poder una tiranía corporativa totalitarista de dimensiones globales. Y pensar que, en los noventa del siglo pasado, hubo quienes nos hablaron del fin de la historia.

Guillermo Pérez Flórez

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