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Las grandes civilizaciones nacieron hace más de 5000 años y evolucionaron en torno a los ríos Tigris, Éufrates, Ganges, Indo, Amarillo y Nilo. Esa localización facilitó la formación de pueblos y ciudades en cuanto los ríos garantizaron el intercambio de culturas, las comunicaciones, el comercio, el desarrollo de la ganadería y el riego de los cultivos, entre otras ventajas logísticas y estratégicas.
Hoy, en pleno siglo XXI, en medio de todos los avances tecnológicos, hay regiones que viven y respiran en función de un río. Hace varios años tuve la fortuna de vivir en una ciudad que nació alrededor de uno de los ríos más hermosos del mundo: “El Amazonas”. Estuve por más de cinco años en la región amazónica y disfruté de su cultura, las danzas, carnavales, artesanías, comidas, restaurantes en la mitad del río, inolvidables viajes en los llamados “rápidos” (las lanchas de transporte público que circulan por el río Amazonas) y en hidroaviones que sobrevuelan la selva entre Iquitos y Leticia.
En esta región absolutamente todas las actividades dependen del río. La comunicación por tierra es imposible, las frecuencias del transporte aéreo son escasas y la mayoría de los vuelos son turísticos, y por eso todo llega por vía fluvial: Los comestibles, los combustibles, implementos de aseo, y en general la mayoría de mercancías. Las ciudades y pueblos amazónicos son verdaderas islas en la selva, comunicadas solo a través de los ríos. Lo mismo pasa con las actividades recreativas de los lugareños, todo tiene que ver con el río: pescar, nadar, comer pescado a la orilla del río, contemplar el río, pasear en lanchas, etc. y qué no decir de la cultura, la historia, la música, la literatura, la pintura, la artesanía: todo en función del río.
El paisaje contemplado desde la orilla o desde cualquier embarcación siempre “era” muy bello. Y digo “era” porque con tristeza vemos como el río Amazonas se está secando. Debido al cambio climático, el río Amazonas está presentando una disminución del 80% de su caudal y se dice que entre la lámina de agua y el fondo se han perdido cerca de 12 metros de profundidad. En las imágenes de los noticieros hemos visto embarcaciones varadas, grandes islas de tierra y pasto que van quedando al descubierto e innumerables especies (incluidos los endémicos delfines rosados) agonizando en los bancos de arena y lodo. Al menos 7.400 personas han sido perjudicadas por la situación y 11 comunidades están completamente aisladas.
Nunca imaginé que el tema fuera tan grave: Cuando por allá en los años 70, Mercedes mi esposa, empezó a hablarme del cuidado del medio ambiente, lo primero que me dijo fue que no debíamos usar aerosoles para evitar el daño en la capa de ozono (nunca había oído nada similar). Luego me habló del reciclado de papel y de los plásticos y después de la deforestación y así sucesivamente. Hay muchas y diferentes aproximaciones sobre estos temas y la respuesta se la dejo a los expertos. Lo que sí pienso y creo es que muchos están de acuerdo conmigo es que debemos hacer todo por conservar para las futuras generaciones algo tan bello, tan icónico y tan beneficioso para la humanidad como lo es el río Amazonas, independientemente de la política, de las posiciones ideológicas y de todos los puntos de vista que existen al respecto.
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