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Los superciclos de materias primas normalmente se disparan cuando existe un elevado aumento de la demanda a nivel mundial, al cual la oferta tarda en responder. En la historia del mundo económico sólo se han registrado cuatro periodos sostenidos de precios por encima de la tendencia durante un lapso superior a los 10 años. El primero coincidió con el estreno de los Estados Unidos como potencia económica en 1.880; el segundo, apareció con el periodo de reconstrucción después de la segunda guerra mundial; el tercer superciclo, se produjo durante la crisis de los precios del petróleo en la década de los 70 y el cuarto, se dio en 1.999, durante la vertiginosa industrialización de China, lo cual hizo que se produjeran fuertes alzas de los precios de los commodities agrícolas ocasionando una crisis alimentaria entre el 2007 y 2008.
En esta era de post-pandemia, se presentó el quinto periodo sostenido de precios por encima de la tendencia debido a que las potencias mundiales están priorizando sus presupuestos en la creación de más empresas -para generar mayor empleo- y en la sostenibilidad ambiental. Ahí están los ejemplos del plan de empleos de los Estados Unidos y el nuevo Pacto Verde Europeo, que exige enormes inversiones en infraestructura y proyectos que requieren muchas materias primas. A lo anterior, se suma la enorme demanda de china en cereales, algodón y otros productos agrícolas y el interés por las energías renovables en el mundo, lo cual ha ocasionado una alta demanda de las oleaginosas para producir biocombustibles.
Desafortunadamente, en Colombia, no hemos sabido aprovechar esta bonanza de altos precios para generar mayor riqueza y empleos en nuestras zonas rurales. Revisando las estadísticas de las áreas agrícolas sembradas en los últimos cuatro años, observo que no hubo un incremento significante en las siembras de cultivos semestrales ni en el aumento de la productividad en los cultivos de ciclo largo. Es lamentable que sigamos cultivando las mismas 6.8 millones de hectáreas de hace cuatro años atrás teniendo 42 millones de hectáreas apta para agricultura. Es vergonzoso que sigamos importando 6.2 millones de toneladas de maíz amarillo y 2 millones de soya, pudiendo desarrollar esos cultivos acá, y es incomprensible que, después de tantos años de inyección de recursos públicos no hayamos sido capaces de elevar la productividad de 18 a 23 sacos de café verde por hectárea; superar los 1.400 kg/ha en cacao o las 5 ton/ha en el sector arrocero.
Por ultimo, lamento que en esta coyuntura de altos precios de los commodities agrícolas, el gobierno y el congreso no hubiesen aprobado un presupuesto importante de inversión para echar andar un “Programa Estatal de Incentivos Agrícolas” que permitiera a nuestros empresarios del campo instalar en sus fincas las últimas tecnologías en sistemas de riego, maquinaria agrícola, infraestructura de almacenamiento y logística de transporte.
Otra oportunidad que se nos va de las manos.
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