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Uno de los temas importantes en este proceso de transición de gobierno, es el “estado de las cosas”, ya que nos permite conocer los indicadores de gestión del gobierno saliente y nos indica cómo será el punto de partida del gobierno entrante. Con el diagnóstico en mano, al presidente Gustavo Petro, solo le resta conformar un buen gabinete ministerial que lo acompañará a sentar las bases y ejecución de un programa de gobierno que seguramente tendrá como nuevos desafíos la lucha contra la corrupción y el despilfarro de los dineros públicos, la reducción de la pobreza y generación de riqueza.
Dicho lo anterior, al nuevo gobierno le tocará conformar dos frentes de trabajo. Uno que se dedique a la economía y otro al manejo de las reformas políticas e institucionales. Para el primer propósito, se requiere un trabajo concertado en equipo entre los ministerios de Hacienda, Comercio, Industria y Turismo, Agricultura, Minas y Energía, Vivienda, Transporte y DNP, sectores estratégicos llamados a jalonar la inversión para crear más empresas, generar mayor empleo y reactivar la economía.
No será cosa fácil, ya que los indicadores económicos que deja Iván Duque, después de cuatro convulsionados años de mandato, no son alentadores. Hay una bomba de tiempo que el nuevo gobierno tiene que desactivar rápidamente antes de que le estalle en las manos una explosión social. El tema es muy delicado. Allá afuera hay más de 20 millones de colombianos subsistiendo con menos de $356.000 mensuales y más de 3 millones sin empleos (12% de la población) con una inflación superior al 9% interanual, obligándolos a endeudarse más de lo que están a unas tasas de usura que ya superan el 31% efectivo anual. Sin duda alguna, este debe ser el reto económico más inmediato del gobierno Petro.
Respecto a la nueva Reforma Tributaria y al Presupuesto General de la Nación para el año 2023, que ya comienzan a cocinarse en el Congreso, considero que ambos proyectos deben tener en cuenta los indicadores anteriores. Colombia, necesita crecer y tener más gente trabajando en empresas que tengan beneficios para elevar la recaudación. Con todo el respeto, no es sano seguir gravando con más impuestos a la gente que trabaja para subsidiar a la gente que no trabaja. Tampoco, se puede gastar más de lo que se recauda, sobre todo en programas redistributivos de fuentes de pobreza.
*Consultor en financiamiento agropecuario
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